La última patrulla IV. El ejército.
![](https://static.wixstatic.com/media/fab01d_cbaaec90c48845bfa266e5eba9c787ea~mv2_d_5184_3456_s_4_2.jpg/v1/fill/w_980,h_653,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_auto/fab01d_cbaaec90c48845bfa266e5eba9c787ea~mv2_d_5184_3456_s_4_2.jpg)
Capitulo 3
Pelear.
“El entrenamiento no puede suplir el combate”.
Nada puede suplir esta puta experiencia.
Los combatientes enemigos estaban a unos doscientos o trescientos metros de nosotros y las balas que nos disparaban recorrían aquella distancia en cosa de medio Segundo: volaba a más de tres mil kilometros por hora. Sin embargo, el sonido no viaja ni de lejos a esa velocidad, así que los tiros tardaban un Segundo entero en oirse desde que los disparaban. Como la luz es prácticamente instantanea, es fácil ver como las balas iluminadas –trazadoras- taladran la calle en direccion a nosotros. Un artillero me conto qque durante la emboscada veía las trazadoras que se le venían encima desde el monte, pero que iban demasiado rápido para esquivarlas: cuando el empezaba a mover el cuerpo, ya habían impactado el tronco tras el que él se escondía. El cerebro necesita cerca de dos décimas de Segundo para ordenar una reacción muscular. Esto viene a calcar el tiempo que tarda una bala de alta velocidad en ir desde el monte hasta donde nos encontramos.
Los tiempos de reacción han sido objeto de numerosos estudios en situaciones controladas y se ha demostrado que los hombres poseen un tiempo de reascción más rápido que las mujeres, y que los atletas reaccionan más deprisa que quienes no lo son. Pruebas demostradas a jugadores de futbol demuestran que “el punto de no retorno” para el disparo de penaltie –cuando el jugador que va a patear el balón ya no puede cambiar de idea sobre la dirección en que mandará el balón- esta cerca del cuarto de Segundo. Dicho de otro modo, si el portero espera a que el pié del que patea esté a menos de un cuarto de Segundo de la pelota, entonces se lanza en una dirección, el que lanza el penaltie ya no dispone de tiempo suficiente para ajustar el golpe. Considerando este límite de cuarto de Segundo, la distancia a la que se podría esquivar la bala, literalmente es de poco más de setecientos metros. Se necesitaría un cuarto de Segundo para detectar la bala trazadora que se dirige hacia nosotros –para entonces la bala ha recorrido doscientos metros-, otro cuarto de Segundo para dar las instrucciones de reacción a los músculos. -la bala ya ha recorrido cerca de cuatrocientos metros- y medio Segundo más para quitarse en efecto de en medio. La bala esquivada pasaría dando un chasquido inconfundible, el sonido de un objeto pequeño que rompe la barrera del sonido a escasos centímetros de la propia cabeza.
El ser humano evolucionó en un mundo en el que nada se movia a más de tres mil kilometros por hora, así que no había ninguna razón para que el cuerpo fuera capaz de responder a esa amenaza; aún así, el cerebro seguía viéndose obligado a ir por delante de la caza. Los procesos neurológicos en una de las zonas más primitvas del cerebro, la amígdala cerebral, se producen a tanta velocidad que podría decirse que compiten con las balas. La amigdala puede procesar una señal auditiva en quince milisegundos, el tiempo que tardaría una bala en recorrer unos nueve metros. La amígdala es rápida, pero muy limitada: solo puede provocar un reflejo y esperar a que el pensamiento consciente lo recoja. Es lo que se conoce como reacción de alarma, e incluye movimientos de protección válidos para casi cualquier situación. Cuando sucede algo inesperado y que nos asusta, todo el mundo hace exactamente lo mismo: parpadear, agacharse, doblar los brazos y apretar los puños. La cara adopta también una expresión conocida como “mueca de miedo”, las pupilas se dilatan, los ojos se abren exageradamente, la frente se levanta y la boca se echa para adentro y hacia abajo. Ponga esta cara delante del espejo y fijese en lo rápido que se le reconoce sino también en como parece producir, de verdad, una sensación de miedo. Es como si los caminos neuronales estuvieran abiertos en ambos sentidos, de forma que la expresión dispara el miedo como el miedo dispra la expresión.
La experiencia que vivi durante la emboscada, demuestra como todos los hombres se agachan al oir los estallidos a lo lejos. No actúan así en respuesta a un ruido fuerte –como, supuestamente, la evolución nos ha enseñado a hacer-, sino en respuesta al chasquido, menos estrruendoso, de las balas al pasar. La amígdala no necesita más que una sola experiencia negativa para decidir que algo constituye una amenaza y, después de un solo tiroteo, todos los hombres de la sección habrán aprendido a reaccionar al chasquido de las balas y a ignorar los sonidos mucho más fuertes de los hombres que hay a su lado devolviendo el fuego. En la emboscada los hombres se agacharon durante uno o dos segundos e inmediatamente se levantaron y empezaron a gritar y a ponerse a cubierto. En esos momentos, las funciones cerebrales superiores deicidieron que la amenaza requería acción más que inmovilidad y lo pusieron todo en marcha: el pulso y la presión sanguinea llegan a niveles de infarto, los niveles de adrenalina y noradrenalina están al máximo, y la sangre abandona los órganos e inunda el corazón, el cerebro y los grupos de músculos más importantes.
No hay nada como esto, nada en el mundo es igual –en referencia al combate- si el clima estuviera a treinta grados bajo cero, tu sudas. Y si hubiera cincuenta grados centigrados, estás muerto de frío. ¡Congelado!
El problema es que cuesta apuntar con el fusil cuando el corazón palpita tan fuerte, lo cual señala un punto irónico en los combates modernos: provoca reacciones extremadamente violentas en el ceurpo humano pero necesita una calma casi letal para conseguior una Buena ejecución. Las habilidades motoras complejas empiezan a rendir cada vez menos despues de las 145 pulsaciones por minuto, lo cual puede ser realmente fatal para apuntar con un fusil. A 170 pulsaciones por minuto empezamos a experimentar vision borrosa, pérdida de la percepción de la profundidad y audición limitada. A 180 pulsaciones por minuto caemos en un submundo en el que se deteriora la capacidad de pensamiento racional, se pierde el control de esfínteres y empezamos a mostrar comportamietos de supervivencia de lo más primario: parálisis, huida y rendición.
Para funcionar de un modo eficaz, el soldado tiene que dejar que todas estas señales vitales se aceleren, pero sin que le estropeen ni la concentración ni el control.
Los miembros de mi equipo demostraron conceder una grandisima importancia a la confianza en sí mismos, a menudo hasta el punto de sentise omnipotentes. Los sujetos eran individuos orientados a la acción que dedicaban poco tiempo a la intrspección. Su respuesta ante cualquier entorno consistía en iniciar una actividad febril que disipaba con rapidez la creciente tensión.
Al principio nadie sabe de donde viene el fuego y, de pronto, las balas comienzan a cortar ramas sobre las cabezas de los soldados y a chocar contra los tronco más cercanos. Los hombres saltan de los vehiculos hacia una zona cubierta. Reciben fuego pesado y preciso desde un lugar próximo y tan eficaz que Buena parte de la segunda sección tiene dificultades incluso para levanter sus armas.
Durante estos minutos de confusion, carlos baja por la linea a toda prisa con una exprecion extraña en la cara. Por la cabeza de alberto cruza la idea de que nunca habia visto a carlos tan asustado.
Estan arrasando con nuestra posición.
Alberto toma un cohete antitanque y empieza a corer hacia la parte alta con el resto de su equipo. Walle habla por radio con valdivieso y calcula las coordenadas , los hombres se arrastran por el lugar intentando ponerse a cubierto. Briones, esta detras de un carro y, al mirar a su derecha, ve que las balas penetran con fuerza en la corrocería. ¡Mierda, están demasiado cerca! Las balas vienen de tantas direcciones que no hay forma de ponerse a cubierto de todas las amenazas. Mas adelante, cerca de mi, alguien pide a gritos un medico. Empiezo a remontar la calle a toda prisa, corriendo a través del fuego pesado. El primer hombre que veo es Arafat, esta sentado en el suelo y se agarra el brazo. Entre sus dedos se escapa la sangre a chorros. “Me estoy desangrando, tienes que salvarme –dice- Me estoy muriendo.
Lo han herido en una arteria y morirá a los pocos minutos si no recibe ayuda médica. Entonces me arrodillo y comienzo a desempacar mi botiquín y, mientras lo hago, me pregunto donde está el enemigo.
Empiezo a taponar la herida con apósitos hasta hundir los nudillos en el gigatezco brazo de Arafat. Este está empapado de sangre, de las botas hasta el cuello, y pronto estoy igual yo. Cuando corto la manga de su uniforme saltan de golpe dos o mas chorros de sangre. “se le veía en la cara que se estaba muriendo poco a poco” cada vez se parecía más a un espectro. Los ojos se le empezaron a hundir y su piel se le ponía toda de color marron. Y no paraba de decir “tengo mucho sueño, quiero dormir” esto es una mierda, cuesta un montón escuchar esto de boca de uno de mis mejores amigos, y sobre todo porque lo ves como se muere justo frente a ti, esto es una puta mierda. Todo lo que hice fue bloquear lo que iba soltando, menos, lo que necitaba oir.
Cuando hieren a un hombre, lo primero que suele suceder es que alguien grita pidiendo apoyo medico. Todos los soldados reciben una formación de medicina de combate –con un objetivo que cabría definir como el de reducir la hemorragia lo suficiente para que el herido pueda aguantar con vida hasta que lleguen los de evacuación médica- y quien se encuentra más cerca del herido es quien intenta administrarle los primeros auxilios hasta la llegada del medico. Si la herida afecta el pecho, quizá haya que descomprimir los pulmones, lo que significa introducir un cateter 14G en la cavidad torácica para dejar salir el aire atrapado entre las pleuras pulmonares. De otro modo, el aire puede ser succionado al interior de la cavidad pleural a través de la herida y provocar el colapso de los pulmones y ahogamiento del sujeto. Un hombre puede sobrevivir a una herida de bala en el abdomen, pero morirá en cuestión de minutos si la herida de un brazo o una pierna ha tocado una arteria importante. Cuando un hombre se desangra está pálido, habla despacio y su propia sangre lo inunda. Es asombrosa la cantidad de sangre que sale de un cuerpo humano.
Primero tienes que clavar la rodilla en el miembro lesionado, entre la herida y el corazón, para pellizcar la arteria y detener el flujo de sangre. Mientras heces esto, hay que preparer el torniquete. Hay que ir levantando la presión sobre el miembro herido en la medida necesaria para deslizar el torniqute y luego apretar hasta que el sangrado cesa. Si el medico aún no ha llegado –puede que esté ocupado atendiendo a otra persona, o quizá, lo hayan herido o esté muerto- hay que cubrir la herida con un apósito, vendarla y colocar un gotero intravenoso en el brazo del herido. Si es uno mismo el que esta herido y no hay nadie en los arrededores, tundra que hacer todo esto por sí mismo. Y hay que estar seguro de poder hacerlo con una sola mano.
Los medicos son famosos por su valentía, pero los que conocí, yo los describiría de otro modo, insistiendo en el terror que les suponía pensar en no llegar a tiempo de salvar la vida de sus amigos. En lo único que piensan cuando corren hacia delante para tartar a un herido es en llegar antes de que el tipo se desangre o se ahogue; apenas se dan cuenta de las balas que vuelan por la zona.
Llegados a este punto, La unidad que coreografía mejor sus acciones es la que suele imponerse. Quizas sufra bajas, pero vence.
En esta coreografia –tu abres fuego mientras yo corro adelante y luego yo te cubro mientras tu desplazas tu equipo más adelante- es tan ponderosa que puede superar incluso, deficiencias técnicas enormes. Hay coreografías para tomar por asalto una playa, para tomar un bunker fortificado y para sobrevivir a una emboscada de noche. La coreografía siempre require que todos los hombres tomen decisiones basándose no en lo mejor para sí mismos, sino para el grupo. Si todo el mundo actua así, sobrevive la mayor parte del grupo. Si nadie lo hace, muere la mayoría de los hombres. Esto es, en escencia, el combate.
La mayoría de los tiroteos se desarrolla con tanta rapidez que los actos de valentía o de cobardía son prácticamente espontáneos. Un soldado puede vivir lamentandose el resto de su vida por una desición que ni siquiera recuerda haber tomado; puede recibir una medalla por hacer algo que había acabado antes incluso de saber que lo estaba haciendo. Como cuando a Walle, quien recibio una medalla por valor demostrado, se le pregunto porqe acometió el solo a toda una patrulla de emboscada, su replica fue famosa: “porque estaban matando a mis amigos”.
Las guerras se ganan o se pierden por el efecto agregado de miles de desiciones como esta, tomadas durante enfrentamientos que a menudo duran ton solo unos minutos, si no, unos segundos. Walle calcula que, entre el ataque inicial y su propio contraataque, no pasaron mas de diez o quince segundos. Un civil sin entrenamiento habría vivido esos diez o quince segundos como una avalancha desconcertante de luz y ruido y, probablemente, habría pasado la mayor parte del tiempo acurrucado en el suelo. Si toda una sección de soldados actuara de esa forma, morirían todos, sin lugar a dudas.
El subteniente Walle, en cambio, utilizó esos diez o quince segundos para asignar frecuencias y sectores de tiro a su equipo, correr en ayuda de otros, determinar la dirección de una bala que le había golpeado su pecho y todavía arrojar tres granadas de mano mientras asaltaba una posición enemiga. Todos los hombres de la sección –incluso los que estaban heridos- actuaron con la misma intencionalidad y eficacia.
Por razones evidentes, me he esforzado en comprender porque hay hombres que actúan con gran eficiencia en combate mientras que otros se quedan simplemente helados. “Hice lo que hice porque es para lo que me habían entrenado” –dijo Walle.
Había una tarea que cumplir y la parte que yo debía ejecutar era enlazar los pelotones 1/o y 2/o. No corrí a través del fuego para salvar a un colega; corrí para saber que le estaba pasando y por si quiza nos podíamos ocultar detras de la misma roca y disparar en conjunto. No corrí a través del fuego para hacer nada heroico ni valiente. Hice lo que creo que cualqiuera habría hecho.
Lo importante era que en este punto, influye en gran medida la devoción por el grupo o la unidad, las consideraciones por el jefe y la convicción para una causa. En el soldado medio, al que representamos la mayoría, nos permite a los hombres controlar el miedo y combatir la fatiga hasta un grado que ni nosotros mismos creíamos posibles.
Existe una Buena medida de soldados que apenas pueden combatir el miedos. Es probable que un hombre miedoso lo siga siendo independientemente de clase de adiestramiento que pueda recibir. Una de las características más desconcertantes del miedo es que no guarda una relación directa con la gravedad del peligro.
Commenti