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Pueblos Mágicos de Coahuila.

Capitulo 2


“Cuatro Ciénegas, un mágico oasis.”



Ríos de aguas cristalinas en medio del llano desértico, montañas que se levantan cientos de metros casi en vertical, un mar de arenas blancas, minas de mármol… Cuatro Ciénegas es un fabuloso caleidoscopio de paisajes exóticos.


Simplemente no hay forma de imaginar lo sorprendente que resulta el patrimonio de Cuatro Ciénegas. El pueblo en sí mismo es muy bello y tiene muchas peculiaridades. Su perfil urbano es muy armónico; sus viejas casonas y su placita acicalada forman uno de esos conjuntos que alegran la vista de todos los viajeros. Su historia llama la atención sobretodo porque su territorio representa una avanzada tardía por el septentrión de los conquistadores Ibéricos durante la ocupación de la Nueva España, además porque el lugar fue cuna del jefe Revolucionario Venustiano Carranza. Su variada gastronomía y su larga tradición vitivinícola le han dado un carácter atractivo y poco común entre los pueblos de México. Y vaya, su espíritu fiestero y el talante amable de su gente también lo hacen un poblado cálido y acogedor.


A pesar de todo esto, lo que hace de Cuatro Ciénegas un rumbo increíble es toda su riqueza natural. Para empezar, esta ahí el abundante agua que le ha dado su nombre. Pero —atención— no son cuatro, ni son Ciénegas, sino que son cientos de corrientes y cuerpos de agua dispersos en el llano interminable. Y su agua no es cenagosa; al contrario, casi siempre se encuentra tan perfectamente diáfana que, en algunos puntos, adquiere unos tonos azules de tal modo similares a los del caribe que parece como si os cenotes y las playas de Quintana Roo hubieran sido arrancados de su hogar y traídos al corazón de Coahuila.


Luego está el desierto donde llano y montaña se conjugan en formas sutiles e inusitadas; donde se observan planicies sin fin, así como cerros con cicatrices caprichosas debidas a la erosión y sierras gigantescas que se levantan casi verticales. En tanto que el pueblo y el valle de Cuatro Ciénegas se ubican a tan solo 750 metros sobre el nivel del mar (msnm) al lado occidente se yergue inmediatamente la sierra de la madera. Naturalmente no son las montañas más altas de México o de Coahuila, pero esta diferencia abrupta de altitudes es una más de las dramáticas que pueden observarse en nuestro país o incluso del mundo entero. Es por esto que, de entrada, los paisajes que se observan desde la carretera son motivo suficiente para emprender el viaje. Y, aparte, están los rincones prodigiosos que no se asemejan a ningún otro: las minas de mármol y las blancas dunas de yeso salpicadas de bellos sotoles.


Finalmente hay que mencionar los fenómenos biológicos característicos de este entorno: especies que aquí encontraron un cómodo rincón para mantenerse sin cambios a lo largo de millones años, además de endemismos de agua y tierra, paisajes prístinos del desierto, etcétera.


Por todo esto, no es de ningún modo equivocado decir que Cuatro Ciénegas resulta un ámbito extraño y hermoso como ningún otro en el mundo.



Tiempo atrás.


En tiempos virreinales se dieron varios intentos por crear aquí una misión, hacienda, rancho o centro de población de algún tipo, pero las grandes distancias y los ataques de indios nómadas dificultaron todos los proyectos. Fue hasta finales del siglo XVII que las autoridades regionales lograron la fundación definitiva del pueblo. El 24 de mayo de 1800, once familias se establecieron aquí y tomaron posesión de esta tierras. El abundante agua de la región les permitió prosperar a base de la ganadería y varios cultivos, entre ellos el de la vid.


Una de las familias, de origen Michoacano, era la de Juan José Carranza, abuelo del empresario, militar y político liberal Jesús Carranza Neira. Éste otro personaje que peleó contra los indios nómadas, los conservadores y los franceses, tuvo 16 hijos. El duodécimo de ellos fue José Venustiano Carranza Garza. Mejor conocido como simplemente Venustiano Carranza, quien nació aquí el 29 de diciembre de 1859.


Éste notable Mexicano se crió y vivió su juventud en Cuatro Ciénegas. Más tarde se integró al ámbito de la política regional y en 1913, tras el asesinato de su paisano Francisco I. Madero, se convirtió en uno de los principales lideres de la Revolución Mexicana hasta ocupar la presidencia de la republica algunos años después.


Durante la segunda mitad del siglo XX, Cuatro Ciénegas ganó notoriedad debido a las diversas investigaciones científicas que estudiaron y dieron a conocer la enorme biodiversidad de la región. A partir de dichas investigaciones, en 1994 el gobierno federal el área de protección de flora y fauna de Cuatro Ciénegas sobre 83 mil 347 hectáreas (833 kilómetros cuadrados) de la zona adyacente al pueblo.


Además de esto, en 2012 la secretaría de turismo federal otorgó a Cuatro Ciénegas la designación de Pueblo Mágico.


Calles y rincones.


Cuatro Ciénegas es un pueblo perfectamente caminable (aunque el sol, muchas veces obligue a buscar refugio). Se extiende unos dos kilómetros de este a oeste y un kilómetro de norte a sur. Además, a pie se puede descubrir y admirar fácilmente sus viejas casonas. Solo las dos bodegas vinícolas de la región están un poco alejadas (unos 900 metros al norte de la iglesia).


La plaza principal y el museo de Carranza.


Una serie de altas palmeras y un bonito quiosco pintado de verde alegran la plaza principal, que es la gran explanada del centro del poblado. En su costado sur tiene varias tiendas, entre ellas algunas de artesanías. Al oriente se dan cita los hoteles y restaurantes, mientras que en el costado poniente se localizan, uno junto a otro, los dos edificios más llamativos del pueblo: la iglesia de San José y la Presidencia Municipal. La primera es de líneas muy sobrias, pero elegante; fue erigida en 1825. Llama la atención por su gruesa torre del campanario del lado sur y la torre chata del lado norte, que tiene un reloj de doble carátula y un curioso remate de madera único en México. Por su parte, la sede del poder local es un bonito edificio de origen porfiriano con un señorial pórtico en la entrada, en el cual se encuentra el mural “homenaje a los fundadores” que ofrece una panorámica histórica (y prehistórica) de la región. Este mural fue realizado en 1999 por el artista José Murillo Mancha.


Unos pas al norte de la presidencia se ubica el museo Venustiano Carranza en la casa donde nació y vivió su infancia el primer jefe constitucionalista. El edificio es de por sí interesante por ser una buena muestra de las casas decimonónicas del norte de México. Aquí, es preciso apreciar la disposición de los recintos en torno a un patio central, sus altos techos (para hacer más frescas las habitaciones) de vigas y carrizos y su patio-huerto trasero que antaño daba a una acequia. El lugar es museo desde 1959, aunque en 2010 fue totalmente remodelado con motivo del centenario de la Revolución. Ofrece una panorámica muy completa de vida, obra y acción política de Carranza y muestra diversos objetos personales, ropa, fotografías y documentos del personaje. Llama especialmente la atención su sistema de monitores interactivos (muy divertidos para los niños) y la reconstrucción completa de una cocina de la época. Es un sitio bastante interesante e ilustrativo de esta figura central de la revolución Mexicana.

Tres cuadras atrás de la iglesia está la Casa de la Cultura de Cuatro Ciénegas, donde tienen lugar algunas exposiciones y eventos culturales. También puede considerarse sitio histórico puesto que fue la casa donde vivió Carranza ya como adulto con su esposa e hijos.




Tres siglos de vino.


Al norte del pueblo hay varios rincones muy llamativos, además de muchas casas antiguas de hermosas fachadas. Sobre la esquina de Cuauhtémoc y Emilio Carranza da inicio el callejón de Guevara. Se trata de una estrecha callejuela tradicional de Cuatro Ciénegas que en fechas recientes fue remozada y pintada y la entrada se le agregó un arco de bienvenida. Sus 300 metros de longitud pintados de vivos colores siempre llama la atención.


Seis calles al norte de la plaza, se levanta el Lienzo Charro, sede de muchos festejos populares locales.

Finalmente a unos 900 metros al norte de la plaza principal, justo donde la calle presidente Carranza se convierte en la carretera a Ocampo, se localiza Bodegas Ferriño, la primera de las vinícolas de Cuatro Ciénegas y la más antigua de Coahuila. Fue fundada en 1860 por el inmigrante italiano Miguel Ferriño Lander y hoy es manejada por sus bisnietos, los hermanos Peraldí León. El lugar es fascinante porque conserva algunos de sus antiguos viñedos y gran parte de su encanto original de mediados del siglo XIX. Estas bodegas producen hoy en día casi una docena de bebidas alcohólicas diferentes, la mayoría de las cuales son vinos generosos (vinos cuya fermentación se interrumpe por la adición de alcohol vínico, de modo que suelen tener más volumen alcohólico y más azucares que un vino de mesa convencional). El más famoso de ellos es el Sangre de Cristo, inspirado en un vino semejante de las laderas del Vesubio, en la tierra natal del fundador. Pero los otros no se le quedan atrás y el viajero tiene la opción de probarlos durante su visita.


A mediados del siglo XX, otra rama de los descendientes de Miguel Ferriño Lander, estableció vinos Vitali, bodega situada a unos 200 metros al norte de la anterior. Ésta otra bodega, a cargo del ingeniero Sergio Ferriño Vitali, también sigue la tradición artesanal de los vinos generosos del sur de Europa, si bien elabora también un vino semiseco, licores de fruta y dos bebidas a base de sotol, el destilado tradicional de Coahuila.


¿Hace falta decir que en todo viaje a Cuatro Ciénegas la visita a estas casas vinícolas es imprescindible?


Las maravillas de Cuatro Ciénegas…


…sus peculiares humedales, los cuales le dan vida, nombre e identidad a este lugar, así como las extrañas y hermosas dunas de yeso, situadas en medio de ese mismo paisaje acuático.




La poza azul.


Rodeada de media docena de grandes sierras, el valle de Cuatro Ciénegas abarca unos mil 500 kilómetros de superficie a lo largo de los cuales sostiene un ecosistema único en el mundo, de cientos de arroyos, pozas y cuerpos de agua de distintas formas, tamaños y profundidades, aunque todos interconectados. El territorio corresponde a lo que en términos geográficos es el desierto Chihuahuense, el paraje inclemente que abarca el centro norte de México y parte del suroeste de los Estados Unidos. Ocotillo, Candelilla, gobernadora, sotol, lechuguilla y mezquite son las plantas reinas de estos rumbos. Pero el agua abundante suspende este dominio y crea en su interior y en los terrenos aledaños, un nuevo espacio de vida que da cobijo a otras muchas especies de flora y fauna, incluidas unas 70 endémicas.


Tres son las especies animales endémicas más famosas de Cuatro Ciénegas: la mojarra de Minckley, que hace unos años la gente del lugar todavía pescaba despreocupadamente; la famosa tortuga de bisagra, que cuando se siente amenazada se resguarda en su caparazón y gracias a su plastrón (armadura del pecho) articulado consigue encerrarse herméticamente; los estromatolitos, que son comunidades bacterianas que forman estructuras acuáticas calcáreas como los corales y liberan oxígeno en la atmósfera. Aunque los estromatolitos son relativamente abundantes en lugares como el mar caribe o las costas de Australia, lo interesante de los de Cuatro Ciénegas es que son de agua dulce.


El primer sitio para acercarse a conocer este mundo extraordinario se encuentra nueve kilómetros al suroeste de la plaza principal de Cuatro Ciénegas por la carretera a San Pedro de las colonias 8federal 30). Ahí está el centro de información para visitantes de la poza azul que, en efecto, es una suerte de recepción y museo con cédulas, mapas, esquemas y fotografías sobre la riqueza natural del valle de Cuatro Ciénegas.


Allí inicia el recorrido por varios puntos del valle muy interesantes y muy cercanos entre sí. A unos pasos está la poza de las tortugas, un pequeño cuerpo de agua de unos metros de diámetro donde puede verse la tortuga de bisagra. Algo más adelante hay un sendero con andamios que permite acercarse al borbollón, un manantial que genera un potente y ruidoso arroyito entre el pastizal. Y 700 metros después se localiza la joya de la corona: la poza azul. Esta poza es un cuerpo de agua de unos 60 metros de largo por 30 de ancho. Conforme aumenta la profundidad de la orilla al centro, el agua cristalina toma un tono azul cada vez más profundo, desde el azul turquesa hasta el azul cobalto. No está permitido bañarse ahí, pero la posibilidad de admirarla es recompensa suficiente dado que, sin exagerar, se trata de uno de los cuerpos de agua más hermosos del país.


Rio mezquites.


Unos 300 metros al noreste del centro de información para visitantes, sobre la misma carretera federal 30, inicia una terracería de tres kilómetros que lleva al rio mezquites. En medio del desierto y con una precipitación pluvial mínima, este es efectivamente un rio de verdad que ya desearían varias regiones mucho más húmedas del país. Esta corriente de agua nace unos metros al poniente -precisamente en la poza azul, el borbollón y otros ojos de agua- forma numerosos meandros en esta zona y alcanza anchuras de diez o veinte metros. Más allá, continua su trayectoria hacia el oriente donde alimenta largas acequias que van a dar hasta Lamadrid, las flores y otros pueblos cercanos a Monclova.


Por ahora, este bellísimo tramo del rio es la única área acuática del valle de Cuatro Ciénegas formalmente abierto al público como balneario. Comprende unos mil 500 metros de dicha corriente y en sus orillas hay disponible una docena de palapas con asadores donde los viajeros pueden pasar tranquilamente el día. No hace falta explicar que el agua es deliciosa, especialmente en los días de verano cuando la temperatura ambiente supera los 30 0 40 grados centígrados. Su transparencia es asombrosa, de modo que es un sitio esplendido para la práctica del buceo libre. Aquí se puede ver la mojarra de Minckley y las raras torres redondas de apariencia pétrea que forman los estromatolitos bajo el agua. Si uno tiene paciencia, dicen, se revelan ante la vista de vez en cuando las burbujas que ascienden desde ellas. Hay, además, también numerosas plantas acuáticas. Para mantener la pureza del agua y preservar estas formas de vida, recuerda no usar detergentes ni bloqueadores solares. En temporadas vacacionales puede haber muchos visitantes, pero el resto del año el viajero puede disfrutar de este paraíso prácticamente a solas.




Dunas de yeso.


Unos 13 kilómetros al sur de la poza azul (22 kilómetros desde Cuatro Ciénegas) se localiza este paraje literalmente deslumbrante. Es un espacio de unas 800 hectáreas (8 kilómetros cuadrados) cubierto de lomas de finos granos de sulfato de calcio, es decir, yeso. Blanco, brillante y suave, este materia se comporta igual que la arena común que tiene como base silicio (como las de las dunas de Bilbao, cerca de Viesca), de modo que forma médanos móviles según los caprichos del viento. Pero también es un poco más duro, de modo que retiene mejor las huellas de personas y animales, y en ocasiones crea elevaciones mayores que asemejan montañas de verdad y que, con el tiempo, toman formas rarísimas.

Por décadas este lugar fue utilizado como un mero yacimiento de yeso. Miles de toneladas de “tierra” blanca fueron extraídas de aquí sin conciencia alguna de lo extraordinario de la zona. Se habla de que solo hay tres regiones semejantes de dunas blancas en el planeta: en Nuevo México, Texas y Túnez. Hoy, el lugar tiene una función exclusivamente turística. Los visitantes suelen pasarse horas en el, corriendo, trepando y resbalando sobre las blancas laderas. Su valor escénico es maravilloso.




Otras experiencias por los alrededores.


Los rincones y las experiencias que el viajero puede hallar fuera de los circuitos turísticos convencionales también son espectaculares y variados. Ara empezar, ahí están las minas de mármol, ubicadas 24 kilómetros al sur de Cuatro Ciénegas (y a poco más de dos de la entrada de las dunas de yeso), en lo alto de la loma de San Marcos, un cerrito junto a la carretera hacia san Pedro de las colonias. Se trata, en realidad, de minas travertinos, una elegante roca tono café claro con la que se construyó, por ejemplo, la propia iglesia del pueblo. En algún momento, no obstante, la mina dejó de operar, de modo que ahora se puede visitar sin riesgo. El sitio es formidable, en primera instancia, porque ofrece excelentes panorámicas del valle de Cuatro Ciénegas. Con binoculares se puede ver muy bien por ejemplo, las olas secas del arenal de yeso. Pero, además, los grandes bloques de piedra que están en el suelo forman, junto con las descomunales paredes lisas del cerro cortado en medio edl desierto, un escenario fantástico que hace parecer como si a la vuelta fueran a parecer las ruinas de la antigua ciudad Petra o como si las paredes fueran una versión cubista de Persépolis. Es, sin lugar dudas, otro de esos paisajes raros que no hay que perderse en este viaje. Al sur del pueblo y del panteón municipal los llanos esconden otros paisajes fabulosos: pastizales con caballos salvajes (o lo que parecen), inmensos lechos salinos de lagunas temporales y algunos cuerpos de agua dulce. Entre estos se cuentan algunos de los más bellos de la región como el de las playitas y las pozas cuatas.


Emprender una excursión a pie o en bicicleta de montaña por estos rumbos, ir descubriendo nuevos paisajes a cada vuelta del camino y desembocar finalmente en estos insospechados espejos de agua es una aventura inigualable.


Del otro lado del pueblo, el valle de Cuatro Ciénegas conecta con el de Ocampo a través del estrecho cañón por el que pasa la carretera que une las dos cabeceras. Unos cuantos kilómetros al noroeste de la plaza principal el cañón se vuelve muy estrecho. En esa zona sus paredes cortadas a pico son muy apreciadas por los amantes de la escalada en roca.


Los tres rumbos mencionados son perfectamente accesibles si se visitan en compañía de los guías locales. Ellos tienen buen conocimiento de las posibilidades y riesgos que se presentan en cada temporada, conocen los caminos correctos, saben a que dueños de terrenos y autoridades pedir permiso en cada caso y suelen contar con el equipo adecuado para cada opción de aventura.


Otros dos puntos en los alrededores del pueblo, esos sí, al alcance de todo el público, son: al oriente se levanta una montaña enorme que se llama el cerro del muerto porque visto de lado, parece un cadáver recostado. En su punta, dos kilómetros y medio al oriente de la plaza principal, junto a la carretera a Monclova, se localiza el monumento a Venustiano Carranza. Es una bonita estatua ecuestre del jefe constitucionalista colocada en lo alto. Es cierto que hay que trepar rampas de más de medio kilómetro para llegar a ella, pero –eso- ya arriba la vista es impresionante.


Finalmente, 15 kilómetros al oriente de Cuatro Ciénegas está el ejido de San Juan de Boquillas que cuenta con un museo de sitio con fósiles y piezas arqueológicas (puntas de flecha, fragmentos de petates, raspadores, etcétera) de los antiguos indios tobosos que habitaban la zona. El museo ocupa uno de los bonitos edificios de la antigua estación de ferrocarril.

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