La última patrulla...
¿Qué se le dice a la voz que te habla y no puedes callarla, a los pensamientos que intentan decirte algo y al mismo tiempo no entiendes ni una palabra, después te das cuenta que no hablan tu idioma, qué se les dice? Cuando te sientas y pones tus brazos encima de la mesa y sostienes tu cabeza, o lo que crees que queda de tu cabeza, lo sostienes entre tus manos y piensas que no sabes hasta cuando dejarás de saber. Nos hemos sentido atrapados en las paredes, o atrapadas en el circulo en el que vivimos, en la esfera, en esta tierra. Hemos viajado sin movernos a ningún lado y siempre queremos encontrar lo que todavía parece ser un secreto para nuestros ojos, y te digo que siempre ha estado allí. Siempre ha estado, esperando el momento de ser revelado; o esperando el momento de presentarse por sí solo. Esperando que alguna palabra te haga reaccionar, pero a veces nos atrapa con la mirada perdida cuando se presenta frente a nosotros, y no lo vemos por más claro que esté. Día a día vivimos con nuevas expectativas, algunos sin embargo cargamos también con el pasado, esperando que las cosas vuelvan a ser como eran. El error es querer conservar la igualdad en algo, cuando tus manos han cambiado, cuando ayer no es lo que era hoy. Cambiamos de piel, cada noche restauramos células. Cambiamos. El problema es querer seguir en el pasado, querer tocar el cielo de hoy con las manos sucias de ayer; querer sentir lo mismo que sentimos cuando nos besaron por primera vez, cuando ahora hemos besado otras bocas y probablemente sus besos hayan sido mucho mejores que aquel primero. Guardemos lo importante, no guardemos lo que debe ser pasajero. Hay voces que te llaman, hay voces que sentimos como un grito sin que hablen. Esa voz que llega cuando hay tantas distracciones y es difícil entenderla, hasta que nos sentamos a aprender su lenguaje con ella. Hasta que nos tomamos el tiempo de descifrar el código que nos entrega. Hay vocaciones. Hay humanos. Creo que todos tenemos una vocación para algo. Creo que a veces lo difícil es escuchar la voz, porque siempre nos sorprende cuando alguien más nos está hablando, y preferímos callarla para poner atención a lo que nos están contando. Yo digo que deberíamos tener más oídos y más ojos, con una boca estamos bien. En el oficio, para mí no es importante el sexo: somos pieles, sueños y muchos pensamientos. Nubes que cambian constantemente sin importar lo que llevamos entre las piernas. Para mí es importante ser anarquista y también dejar de serlo. Es importante creer en tu trabajo pero nunca enamorarte del todo de nada de ello. Para mí, más que nada, es importante la autenticidad que se regala en cada palabra. Es importante que seamos dueños de nuestros pensamientos y si robamos de alguien que sea por mucho, mejor que la idea original, que no sea una mentira pintada con acuarelas de verdad. Al final las acuarelas se despintan con un poco de agua transparente. Somos nubes que cambian constantemente, pero hasta eso hay que aceptarlo para poder vivirlo como se debe. Yo acepto, y lo he dicho antes, que no fantaseo sobre otros mundos, yo pertenezco a esos lugares, yo he vivido en esos mundos. Hay un juego con la fantasía hasta que deja de ser juego y se convierte en nuestra vida. Toda realidad necesita fantasía. Toda fantasía necesita también dos pies que la sostengan en el piso. Y todo es fantástico según los ojos que lo vean, o todo es tan real como la vaca al otro lado de la calle que sólo nos habla con los ojos; para algunos otros, la vaca también les guiña el ojo y les dice algo que casi siempre es de provecho por más absurdo que suene. Todo es absurdo según su grado de intensidad, eso lo hace diferente a las miradas. "Reconozcámoslo: si, quizá sea un ser sucio y pegajoso como los gusanos que bullen bajo las piedras húmedas. Pero soy un gusano con talento, paciencia y perseverancia. No me rindo fácilmente. Mientras haya algún indicio, no dejo de indagar. Trepo por altas paredes escarpadas. Y ahora debo recuperar el corazón helado que había en mi pecho. Lo necesito.Hay muchas cosas que la gente normal puede hacer y yo no: jugar al tenis, esquiar, trabajar para una empresa o formar un hogar feliz. Pero también hay cosas que yo puedo hacer y la gente normal no. Y esas pocas cosas sé hacerlas bien. No espero aplausos del público ni que me lancen monedas. Pero le enseñaré al mundo mis destrezas.” —Haruki Murakami.