La última patrulla... En el camino en busca de tu sueño
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Desde niño, soñaba con viajar sin prisas, soñaba con viajar alrededor del mundo, soñaba con sentirme libre, soñaba con pasar una navidad en el hemisferio Sur, soñaba con viajar hasta Australia y Nueva Zelanda, soñaba con conocer mis 21 maravillas del mundo, soñaba con miles de cosas… y en el trayecto de los años, todo eso se ha hecho realidad.
Podría hacer un inmenso resumen de todo lo vivido durante cuarenta años y todas mis expectativas para los siguientes cuarenta, pero sería demasiado aburrido, demasiado típico.
Me gusta contar mis experiencias vivídas al recorrer los caminos como una sucesión de cosas que han ido pasando por una buena combinación de esfuerzo, trabajo y buena suerte, sí, esos son los componentes que te sugiero que busques y que creo plenamente que existen. Sin embargo, para que todo te vaya bien, falta un componente clave que debes cuidar todos los días, cada instante, cada segundo. Tu entorno, tus familiares y amigos, de eso somos conscientes en la cercanía, pero no entendemos su verdadera importancia hasta que nos encontramos a miles de kilómetros…
Por eso recorri mi camino pensando. Y si un día se acabara todo, ¿qué balance harías de tu vida? Yo creo que esa es la pregunta clave. ¿Qué cosas se te quedaron en el tintero?, ¿cuántos sueños por cumplir?… Quizás no podamos cumplirlos todos, pero sí podemos ir por los que tenemos al alcance de la mano, pero nadie dijo que sería sencillo.
Todo camino por recorrer requiere de un esfuerzo y los grandes sueños requieren dedicación, constancia, trabajo, capacidad, sufrimiento, pero sobre todo, ILUSIÓN. Esa que te permite seguir luchando por él (tu sueño) todos los días y te permite superar todas las adversidades que el camino presenta.
Sentimientos y sensaciones.
Sentir la libertad es conseguir que tu viaje a travez del camino se convierta en tu vida, que trabajes todos los días en lo que te gusta, que madrugar sea un placer, que ver los atardeceres sea un sinómino de paz, que cada instante en un lugar desconocido sea un segundo más de vida. Sentir paz interior y a la vez, sentir más emoción por todo lo que vives y quieres seguir descubriendo.
Viajar en solitario es una sensación indescriptible, es pura libertad, es una toma de decisiones con uno mismo, es hacer lo que quieres, cuando quieres, en el momento que quieres. Y muchas veces no es sencillo, pero es un reto apasionante descubrirse a uno mismo haciendo cosas que jamás pensaría que podrías hacer.
Es sentirte más persona, es sentirte mejor todos los días, un poquito más grande en tu amor propio y un crecimiento personal inmenso.
Suelo decir que siempre hay alguien que engrandece tu aventura, que te hace valorar más lo que haces, que le da la importancia que realmente tiene, que te ofrece otro punto de vista. A veces el ritmo de viaje no te deja tiempo para echar la vista atrás, por eso es muy agradecido escuchar a personas cuando reflexionan sobre ti o sobre tu vida.
El viaje lo hacen grande las personas.
Esta es una máxima que se cumplirá siempre que estés dispuesto a abrir tu corazón a todas esas personas que están dispuestas o predestinadas a formar parte de tu viaje. No tiene porque ser alguien con quién compartas semanas, meses o días. La conexión puede ser cuestión de minutos. He encontrado grandes amigos en ruta, que espero mantener toda mi vida y he conocido personas claves que han cambiado mi viaje gracias a haberlos encontrado.
No lo olvides nunca, los lugares permanecen, las personas se mueven.
Disfruta de los momentos con las personas, habla, mira, pasea, comparte.
Durante el camino, procura Inyecciones de vitalidad y energía.
Recibir un mensaje, un correo, una llamada o una foto desde kilómetros de distancia te inyecta una dosis de vitalidad que no se sabe hasta que no se siente. Hay que saber cuidar a tus familiares y amigos, porque ellos son los que verdaderamente “sufren” por ti. Tu ritmo y el viaje no te dejan tiempo para asimilar todo lo que estás haciendo. Y descubres quiénes son (si todavía había dudas) las personas que forman parte de tu vida, aquellos que se preocupan por ti, que te escriben, que se preocupan por conocer cómo estás, pero, sobre todo, que te hacen sentir feliz por compartir con ellos tus aventuras. Sin embargo, el momento estrella es que alguien te venga a visitar mientras estás en ruta. Poder compartir días, semanas o incluso meses con tus familiares y amigos es lo más grande que te puede pasar. En mi caso, todos han coincidido en mi inmensa felicidad al verlos cada vez. Con ellos trata de prolongar aún más los segundos, ofrecerles novedades, alicientes, contarles anécdotas, disfrutar cada instante.