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La última patrulla  V.



"La montaña fue para mí un gran descubrimiento, porque te propone un contacto con la naturaleza al que uno se queda pegado. El amanecer, el viento soplándote en la cara, la sensación de libertad: hay cosas que sólo las sentís y las vivís en la montaña", dice Pablo Gurrieri, de 42 años, 17 como guía de montaña y con 32 cumbres en el Aconcagua. "Además, en la montaña, uno se encuentra con uno mismo -afirma-. La gente se enfrenta con sus miedos, sus límites, sus tristezas y alegrías, e incluso, a veces, con la enfermedad o hasta con la muerte. Es una aventura que expone a las personas a muchas cosas, e incluso muchos pasan situaciones muy límites."


El autoconocimiento es quizás el aspecto más destacado por aquellos que se dedican al montañismo. "Cuando subí la primera vez a un cerro, sentí que si yo había podido con esto podía con cualquier cosa -recuerda Rafael Masid-. Y eso es algo muy importante, aplicable a cualquier cosa, desde los estudios hasta los negocios. Siento que ponerle la misma garra que pongo para subir a una montaña a cualquier otra actividad, eso es algo capaz de trascender a cualquier otro plano de la vida."


"Cuando comencé a hacer montañismo, encontré que era una actividad que me permitía despejarme de mi día a día -dice Walter Corvalán, que trabaja en el área de sistemas-. Pero luego la montaña te lleva a situaciones que te permiten conocerte un poco más; en la montaña aprendes a tolerar situaciones que no considerarías tolerables en la ciudad, y sin querer te encuentras muchas veces pensando en recuerdos o historias tuyas muy íntimas."


Las situaciones de adversidad que se presentan durante la ascensión (pero también en el descenso) representan para muchos montañistas no sólo algo para sortear o superar, sino también para disfrutar. "Cada momento adverso que se presenta me potencia y hace que me guste más este deporte -asegura Rafael-. Es una filosofía que me ha transmitido mi entrenador, ya desde los entrenamientos, que no se suspenden por ningún motivo, llueva, haga frío o calor. Cada situación adversa cuesta, a veces duele, pero si uno lo toma como una norma, después no te para nadie."


"La montaña te enseña a empujar los límites, pero también a ver un balance en la vida y a descubrir cuáles son tus verdaderas prioridades", opina Leo McLean, que hoy sueña con que sus próximas aventuras en la altura tengan como escenario las zonas polares.


"Más allá de que el montañismo es una actividad grupal, es también solitaria: entiendes que tienes una vida espiritual interior, que es tuya, que tienes que trabajar y que buscarla -concluye Leo-. La montaña te enseña y te da el tiempo de entender."


Soledad en situaciones de estrés.


El hombre es un ser social, acostumbrado a vivir rodeado de sus semejantes; pocas personas sienten la necesidad de vivir solos. Además, vivimos en una sociedad que proporciona pocas oportunidades de poner a prueba nuestra habilidad para adaptarnos a la soledad, a la ausencia de los demás y a la falta de apoyo social. Por otra parte, la formación e instrucción militar que recibi como cadete y en mis años de official, fomenta en buena medida la cohesión y el trabajo en equipo, es decir, la interacción e interdependencia con los demás. Sin embargo, en una situación de supervivencia existen muchas posibilidades de acabar aislado física o psicológicamente, sin posibilidad de recurrir a la ayuda de otros. En este último caso nos referimos a la llamada soledad emocional, que se produce cuando pese a encontrarse en un grupo el superviviente se siente aislado de los demás. Esta soledad es más perjudicial desde el punto de vista psicológico, ya que además de los problemas que origina en el sujeto que se aísla, tiene repercusiones negativas en el grupo (negativismo, problemas de relación e interacción, y menor cohesión, etc.).


Por tanto, es fundamental para todo militar (y para todo senderista) adquirir durante su entrenamiento un elevado grado de autosuficiencia, que le permita hacer frente a situaciones caracterizadas por ese aislamiento y en las que deberá desenvolverse por sí mismo.

Culpabilidad


Las circunstancias que llevan a una persona a una situación de supervivencia pueden resultar trágicas y dramáticas, como ocurre en caso de accidentes o misiones que implican la perdida de amigos y compañeros. En estos casos no es raro que el superviviente, al tiempo que se alegra por permanecer vivo, se sienta afligido por la muerte de sus compañeros, apareciendo entonces sentimientos ambivalentes: por un lado sentirse afortunado por haber sobrevivido, por otro experimentar un sentimiento de culpa por no haber sufrido el mismo destino que sus compañeros.


El superviviente debe aprender a manejar la culpabilidad de forma positiva, y no permitir que le arrebate las ganas de vivir. No hay nada más absurdo que rechazar la posibilidad de sobrevivir, más aún cuando otros compañeros no lo consiguieron.


Ansiedad y miedo.


Experimentar miedo y ansiedad es una reacción normal que se relaciona con el instinto de conservación y que previene al ser humano contra las situaciones que valora como amenazadoras para su integridad. En una situación de supervivencia podemos sentir ansiedad y miedo ante muchos estímulos: lo desconocido, perdernos, morir, el dolor, nuestras propias debilidades, etc. Empleados de manera efectiva y controlada, estos sentimientos pueden impulsar a la persona a enfrentarse a los peligros que le amenazan, estimulándole a luchar por su supervivencia. El miedo agudiza los sentidos, nos mantiene alerta y nos prepara para la lucha. No obstante, cuando el superviviente es incapaz de controlar la ansiedad y el miedo que experimenta, estas reacciones se convierten y manifiestan en conductas inadecuadas y desadaptativas (irritabilidad, agresividad, crisis de pánico o angustia) que pueden impedirle desarrollar las actividades necesarias para su supervivencia.


La ansiedad presenta un triple componente – siológico, cognitivo y conductual– que todo senderista debe conocer.


En una situación de supervivencia, estas manifestaciones pueden ser desencadenadas por determinados estresores que el senderista debe conocer para poder identificarlos, anticiparse a ellos y desarrollar estrategias para afrontarlos. Aspectos fundamentales en supervivencia como la preparación y el entrenamiento, las experiencias previas, la actitud personal ante la vida y el nivel de autoestima y autoconfianza van a mediar en la percepción del superviviente acerca de qué factores son estresantes para él, y cuáles no.


Entre estos desencadenantes de la ansiedad y el miedo podemos señalar:


a) Dolor, enfermedad y muerte. Estar herido o enfermo puede generar ansiedad en el superviviente, al limitar su capacidad para realizar determinadas actividades necesarias para subsistir, como encontrar refugio, obtener recursos, desplazarse, o escapar y defenderse del enemigo o de amenazas por animales salvajes. Por otra parte, no hay nada más paralizante e incapacitante para el superviviente que el miedo a morir.


b) Incertidumbre y falta de control. En toda situación de supervivencia predomina la incertidumbre, causada por la ausencia de información (¿dónde estoy?, ¿qué va a pasar?, ¿me estarán buscando? o ¿cuando me rescatarán?, etc.). Por otra parte, determinados individuos sienten la necesidad de poseer el control de todo lo que le ocurre y rodea, de modo que la falta de control propia de toda situación de supervivencia supone una fuente de estrés para ellos.


c) Medio ambiente. Nos referimos a estresores externos como el miedo a lo desconocido, los agentes atmosféricos (calor, frío, nieve, lluvia, viento intenso), el terreno (montañas, pantanos o cenagales, desiertos) o la fauna que habita en la zona en que se encuentre el superviviente (animales salvajes, insectos y reptiles peligrosos).


d) Carencia de agua y alimentos, o la dificultad para conseguirlos, supone una importante fuente de estrés.


e) Fatiga. Una situación de supervivencia puede prolongarse durante días o semanas, exigiendo al superviviente realizar esfuerzos intensos y prolongados que pueden causarle cansancio y agotamiento. La fatiga se traduce en una disminución de las capacidades físicas (con enlentecimiento, dificultades de coordinación, etc.) y cognitivas (disminución de la atención y estado de alerta, aumento del tiempo de respuesta y de la tasa de errores, etc.) esenciales para la supervivencia.


f) Aislamiento. Un desencadenante importante del estrés es que a menudo el superviviente se encuentra solo y debe confiar únicamente en sus propios recursos para sobrevivir.


Frustración.


Cuando una persona fracasa continuamente en sus intentos de lograr determinada meta corre el riesgo de caer en la impotencia y frustración. Para permanecer vivo hasta conseguir ayuda, el superviviente debe realizar determinadas tareas con escasos medios, por lo que resulta inevitable que cometa errores o que algo salga mal o escape a su control. Situaciones frustrantes en supervivencia son las dificultades para encontrar recursos básicos (alimentos y agua), perderse, condiciones climatológicas desfavorables (calor extremo, lluvia torrencial), el terreno inhóspito, la presencia de amenazas o las limitaciones físicas provocadas por heridas, cansancio o agotamiento. Tarde o temprano, el superviviente deberá enfrentarse con la frustración y con las consecuencias propias de ese estado, como la irritabilidad, la impulsividad, la agresividad, los comportamientos irracionales y la desesperanza.


Depresión.


En una situación de supervivencia es frecuente experimentar sentimientos de tristeza o desesperanza. Estos sentimientos no tienen porqué ser negativos, e incluso pueden impulsar nuestro deseo de sobrevivir con más fuerza. En cambio, cuando se agravan o se prolongan en el tiempo pueden desembocar en estados de depresión.


Como es bien sabido en Psicología, la depresión se relaciona estrechamente con la frustración y la ira. La persona frustrada se vuelve cada vez más irritable conforme fracasan sus intentos de alcanzar sus metas, con lo que su frustración aumenta cada vez más, estableciéndose así un círculo vicioso que se autoalimenta hasta que el superviviente se derrumba física, mental y emocionalmente. Llegado a este punto, pueden aparecer conductas autolíticas y pensamientos depresivos del tipo «este es el final», «no merece la pena seguir viviendo» o «no hay nada que pueda hacer».


MEDIDAS PSICOLÓGICAS PARA AFRONTAR UNA SITUACIÓN DE SUPERVIVENCIA.


1. Tener siempre presente la posibilidad de verse envuelto en una situación de emergencia.


Nunca, nadie, desea verse envuelto en situaciones peligrosas o de supervivencia, pero estas situaciones tienen un fuerte componente de sorpresa y se caracterizan por lo inesperado. No se trata de ponerse siempre en lo peor, ni en dejar que la posibilidad de verse envuelto en una situación de emergencia domine nuestra vida o actuación profesional. Pero debemos ser conscientes de la probabilidad de que nos ocurra, sobre todo en determinados momentos y situaciones como maniobras, misiones en el exterior o desplazamientos sobre terrenos desconocidos o inhóspitos.


2. Conocerse a sí mismo.


Aunque sorprendente, la capacidad del ser humano de adaptarse a las nuevas situaciones y circunstancias cambiantes de su entorno es limitada. Es importante para todo senderista conocer cuál es su capacidad de adaptación y evaluar sus aptitudes para la supervivencia, lo que le permitirá detectar sus puntos débiles y desarrollar aquellas habilidades necesarias para sobrevivir. Por otra parte, a lo largo de nuestra vida hemos tenido que enfrentarnos con situaciones que han puesto a prueba nuestra resistencia y límites psicológicos: grandes esfuerzos físicos, pérdida de personas queridas, rupturas sentimentales... Debemos analizar estas situaciones objetivamente, ser consciente de qué sentimos, cómo nos afectaron y reaccionamos ante ellas, para aprender de la experiencia y mejorar nuestra resistencia psicológica.


3. Estar preparados.


Una adecuada preparación y entrenamiento en supervivencia es positiva para todo militar, ya que fortalece el cuerpo y la mente, aumenta su autoestima y autoconfianza, fomenta la capacidad de improvisación y le prepara para afrontar con éxito una situación de supervivencia real. Entrenamiento y preparación marcan la diferencia entre sobrevivir y morir. Aunque en relación con otras especies animales, los instintos humanos se encuentran atrofiados, el hombre cuenta con un arma única: su capacidad para aprender racionalmente una serie de conductas y habilidades que podrá ejecutar posteriormente cuando las necesite. Aplicada a la supervivencia, esta preparación abarca tres aspectos fundamentales: el técnico, el físico y el psicológico:


a) Conocimientos teóricos y técnicos. La adquisición de estos conocimientos sobre supervivencia y el entrenamiento lo más realista posible (ejercicios y prácticas de supervivencia), permitirán al militar aprovechar los recursos naturales y suplir con ellos la falta de equipo adecuado. Podemos mencionar el manejo de planos y brújulas, la orientación nocturna, la construcción de refugios, primeros auxilios, artes de caza y pesca, etc.


b) Forma física. Poseer una buena forma física es un factor que confiere mayor probabilidad de sobrevivir. Sin embargo, lo peor que le puede ocurrir al superviviente no es encontrarse en baja forma, sino desconocer sus capacidades físicas y su nivel de resistencia reales. Por ello, todo militar debe valorar su fuerza y resistencia de forma objetiva y realista, sin dejarse influir por marcas o experiencias pasadas. Una vez inmerso en la situación de supervivencia, las tareas y actividades que realicemos deberán ser acordes a nuestras capacidades y preparación física, para no malgastar energías inútilmente.


c) Entrenamiento psicológico. Hemos visto que el superviviente va a experimentar una serie de reacciones que pueden incapacitarle o derrotarle en caso de no ser controladas adecuadamente: miedo, ansiedad, irritabilidad, etc. Pero utilizados adecuadamente, estos sentimientos y reacciones incrementan sus posibilidades de sobrevivir, haciéndole más fuerte y seguro de sí mismo.


4. Adoptar una actitud adecuada y positiva: voluntad de sobrevivir.


La voluntad de resistir y sobrevivir es posiblemente el factor más importante de la supervivencia. La historia está repleta de ejemplos que muestran que la mente y la voluntad tienen la capacidad de exigirle al cuerpo más de lo que éste puede resistir. A menudo, la fatiga que sufre un superviviente es una falsa señal que no se debe al agotamiento real de su capacidad de resistencia, sino a factores psicológicos como la desesperanza o la frustración que pueden llevarle al abandono y a la derrota. Es fundamental, por tanto, poseer una actitud psicológica fuerte que nos permita enfrentarnos sin desfallecer a la desesperación, la angustia, el tedio, el dolor, el hambre o la fatiga; sensaciones y sentimientos éstos que, como dijimos anteriormente, poseen un fuerte componente subjetivo. Esta actitud se caracteriza por:


a) Una moral elevada. Desde el punto de vista militar podemos definir moral como un estado de ánimo positivo hacia el cumplimiento de la misión. En una situación de supervivencia, nuestra misión es sobrevivir conservando la capacidad operativa, por lo que mantener la moral elevada contribuirá a aumentar las probabilidades de supervivencia.


b) El buen humor. Reírse de uno mismo y de sus circunstancias, aún en condiciones adversas, es una actitud saludable que influye favorablemente en la supervivencia.


c) El optimismo. Es importante ver el lado positivo de las cosas, ya que de todas las experiencias –incluso de las más adversas- se puede aprender. Con la actitud adecuada, una situación de supervivencia puede convertirse en una experiencia enriquecedora, una oportunidad única para explorar nuevas áreas y conocernos mejor. En cambio, una actitud negativa, caracterizada por el pesimismo, el abatimiento o la derrota conlleva una disminución de la moral y motivación, con lo que se reducen también las probabilidades de sobrevivir.


5. Saber reorganizarse y elaborar un plan de acción.


Llegado el momento, es fundamental conservar la calma y recordar los conocimientos y técnicas aprendidas durante el entrenamiento en supervivencia. Para ello es recomendable elaborar un plan de acción, que incluya los siguientes pasos:


1.o No precipitarse. En una situación de supervivencia es fundamental conservar las fuerzas y energías, no malgastándolas en actividades poco útiles para el objetivo de sobrevivir. En este sentido, descanso, sueño y calma son buenos aliados para el superviviente.


2.o Evaluar la situación de manera realista, prestando especial atención a aspectos como la presencia de heridos y de peligros o amenazas para nuestra integridad. También hay que considerar las posibilidades de desplazarnos a zonas más adecuadas o propicias para sobrevivir y obtener recursos como agua, alimentos o fuego. El análisis de la situación debe ser lo más realista y objetiva posible, ya que mantener unas expectativas irreales puede conducirnos al desánimo ante el primer contratiempo que surja.


3.o Establecer metas intermedias que nos acerquen al objetivo final de sobrevivir. Establecer estas metas y centrarnos en alcanzarlas estimula nuestra creatividad, nos motiva y nos mantiene vivos. Entre estas metas intermedias están colocar marcas o señales que faciliten el rescate, buscar o construir un refugio donde resguardarse, o conseguir agua, alimentos u otros recursos que pudiéramos necesitar.


4.o Realizar un mapa mental de la zona en la que nos encontremos, atendiendo a la topografía del lugar y a la presencia de puntos característicos en el terreno como accidentes geográficos (collados, cumbres, valles), el tipo de vegetación, construcciones o elementos artificiales (excavaciones, sendas, pistas), relieve (curvas de nivel), presencia de elementos característicos (árboles derribados, rocas con formas curiosas), etc. Ello será de gran utilidad si hemos de alejarnos del lugar donde hayamos instalado el campamento para explorar el entorno o buscar agua o alimentos.


6. Controlar el miedo.


La supervivencia depende en gran medida de la habilidad para manejar adecuadamente el estrés propio de la situación. En consecuencia, todo militar debe entrenarse para autocontrolar sus miedos, para percibirlos como algo natural y útil, y poder desenvolverse bajo sus efectos. Algunas medidas efectivas para ello son:


a) Fomentar una preparación adecuada y un entrenamiento realista en supervivencia, que permita adquirir los conocimientos y habilidades necesarios para aumentar nuestra confianza y seguridad en nosotros mismos.


b) Aceptar que el miedo es una reacción normal y positiva para la supervivencia, por lo que es importante aprender a reconocer los propios miedos y ser consciente de cómo pueden afectarnos en esa situación.


c) Confiar en sí mismo y en las propias posibilidades. A menudo, en supervivencia habremos de confiar exclusivamente en nosotros mismos, en nuestros propios recursos, capacidades y habilidades para sobreponerse a las adversidades y sobrevivir.


d) Mantenerse constantemente atentos a lo que ocurre alrededor, para anticipar prevenir y detectar la existencia de posibles amenazas, riesgos y peligros.


e) Aplicar la sensatez y no dejar que la imaginación nos juegue malas pasadas. Muchos de nuestros miedos son tan infundados que no resisten al análisis de la lógica. Así, los animales salvajes rara vez atacan al hombre, más bien los evitan; y la mayoría de ruidos nocturnos, por muy amenazantes y peligrosos que nos puedan parecer, son solo ruidos.


f) Mantener el buen humor es un buen antídoto contra el estrés, la ansiedad y el miedo.


g) Por último, existen técnicas psicológicas de probada eficacia en el control de la ansiedad, como la relajación, detención del pensamiento, autoinstrucciones e inoculación de estrés.


7. Adaptarse a la nueva situación.


La creatividad, la capacidad de improvisación y adaptación son aspectos claves en toda situación de supervivencia. En estas situaciones, caracterizadas generalmente por un medio desconocido y hostil en el que las posibilidades de acceder a recursos están limitadas, deberemos usar nuestra imaginación y habilidad de improvisar para adaptarnos con éxito.


Por otra parte, no hay dos situaciones de supervivencia iguales. No es lo mismo intentar sobrevivir en el desierto que hacerlo en un bosque tropical, ni todo se puede aprender en cursos o manuales. Generalmente, aprendemos unas habilidades básicas que después habremos de poner en práctica en la situación de supervivencia específica en función de sus peculiaridades y características. Es decir, habremos de introducir modificaciones sobre los conocimientos adquiridos, adaptándolos a la situación, lo que requiere grandes dosis de flexibilidad, creatividad y facilidad para improvisar y solucionar problemas.


8. Mantenerse ocupado.


Dado que somos seres sociales, acostumbrados a relacionarnos y desenvolvernos en grupos, el aislamiento, la soledad y el aburrimiento merman nuestras posibilidades y deseos de sobrevivir, conduciéndonos a la desesperanza. Para evitarlo, es fun- damental tener ocupada la mente en actividades y tareas que aumenten nuestras probabilidades de sobrevivir: cuidar la higiene personal, recolectar alimentos, preparar señales para ser rescatado o mejorar la habitabilidad del refugio. Otras actividades para mantenerse ocupado pueden ser elaborar un plan de actividades que nos imponga disciplina al cuerpo y la mente (asearse, mantenerse en forma, practicar relajación, o buscar comida, etc.) o llevar un diario en el que anotar datos importantes de lo que nos acontece. En definitiva, se trata de evitar por todos los medios caer en la desesperación, realizando cualquier tarea que nos mantenga distraído u ocupado.

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