La ultima patrulla V Capitulo 2 V
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En la cima del cerro, los árboles eran muy altos, pero en mi interior me sentía aun más alto que ellos, muy por encima, en la escarpada cara norte del cerro de la Gloria en Monclova. Momentos antes, Gilberto había perdido uno de sus zapatos después de haberse volcado sobre el camino junto con su enorme mochila, salió disparado por el aire, rodó hasta el otro lado del camino pedregoso y se precipitó al despeñadero por el borde del corto acantilado. Tras rebotar en un montículo rocoso a unos metros por debajo de mi, se perdió de mi vista entre la enramada del bosque, donde se visualizaba imposible de rescatarlo. Al resbalarse, por la cantidad de hojas que había en el lugar, Gilberto rodó colina abajo hasta caer en lo profundo del bosque. Comenzó a gritar, me llamaba desde el fondo donde se encotraba.
Estupefacto, aguante mi preocupación, pese que después de una semana en aquella agreste sierra y a estas alturas del camino, sabia yo que cualquier cosa que pudiera ocurrir, ocurriría. Pero no por eso dejaba de preocuparme por todo lo que estaba sucediendo.
Gilberto había desaparecido, en verdad había desaparecido.
Ahora, se encontraba solo. A más de quince metros en el despeñadero.
Durante la pasada semana, Gilberto y yo cruzamos juntos caminos desiertos, en una región semi-árida, dejamos atrás árboles y arbustos, hierba y flores, de todas las fragancias, formas, colores y tamaños, recorrimos campos claros y porciones de tierra difícil de definir, excepto porque puedo decir que pasamos por ese lugar, que lo habíamos cruzado, que estuvimos ahí. Y a lo largo del camino, miré los árboles por debajo de mi, sus altas copas meciéndose suavemente con el viento.
Recorrí con la vista aquella vasta extensión de color verde. Habíamos decidido caminar hasta este punto y descansar, en medio de aquel hermoso paisaje. Era un día de mediados de diciembre, ya avanzada la tarde, y nos encontrábamos a muchos kilómetros de la ciudad, en cualquier dirección, a muchos días de mi solitaria oficina… a estas alturas, existía la posibilidad de que algún senderista se apareciera por el camino, pero eso era en verdad muy difícil de ocurrir.
Por lo general puedes pasarte días, semanas enteras sin ver a nadie, en todo caso, daba igual si alguien venía o no, en este momento yo me encontraba solo y Gilberto en dificultades.
Observe hacia abajo del despeñadero, podía observarlo descalzo y maltrecho. Con su rostro de un color blanco espectral, solo cubierto en algunas partes cubierto de polvo y una constelación de moretones y arañazos.
Tuve que iniciar mi camino en descenso y no pensaba en detenerme hasta tocar con mi mano a mi mejor amigo de toda la vida.
Miré al norte, en dirección a él, la sola idea de llegar hasta donde se encontraba me llenaba de energía para realizar lo que fuera necesario para regresar juntos a donde todo había iniciado. Miré hacia el sur, hacia donde habíamos estado por última vez juntos, hacia la tierra agreste que en este momento nos estaba aleccionando y me plantee mis opciones. Realizar un rescate vertical. (Este método, como lo menciona la Academia de Bomberos de Costa Rica (2013), corresponde a la aplicación de técnicas de localización, accesibilidad, estabilización y extracción de una o varias víctimas de una sistuación, lo cual representa un riesgo potencial a la seguridad humana. El rescate vertical se implementa apoyado sobre sistemas, procedimientos y equipos especializados, que de hecho están normados y desarrollados para actividades que requieren de un esfuerzo físico importante.
El rescate vertical, no cuenta con un manual de bolsillo que se pueda aplicar en cualquier situación; aunque sí existen protocolos y acciones de seguridad para llevar a cabo un buen rescate; para ello, es imperioso acatar una serie de acciones:
El primer paso en el rescate vertical, es tener claro que la seguridad de los rescatistas es lo primero; por ello, actuar con prudencia es fundamental para el buen logro de los objetivos.
Una vez ubicado el lugar donde se ha producido el accidente, se traslada el personal y los equipos especializados, con tal de extraer las víctimas y estabilizarlas.
Al llegar al sitio donde se va a realizar el rescate vertical, se debe saber bien cuáles son las condiciones de riesgo (clima, inestabilidad del terreno, iluminación, caída de objetos, vandalismo o mala comunicación, entre otras) y cuáles son las acciones inseguras que se presentan en el lugar (estado del equipo, falta de equipo de protección personal, desconocer procedimientos, equipo inadecuado, entre otros). Cosa que me ponía en una situación particular, porque solo contaba con mi equipo personal que consistía en un botiquin, paracord, mosqueton, arnes y una pequeña cuerda.
De seguido, se instala un buen sistema de anclaje. Lo anterior depende mucho de las condiciones del lugar y el tipo de rescate vertical a desarrollar. Luego se selecciona el equipo idóneo e indispensable para realizar el descenso de la camilla (que no tenia en este lugar) y del rescatista. Conviene mencionar que, en rescate vertical, es forzosa la instalación de dos tipos de cuerda ; donde, el rescatista desciende por la cuerda de trabajo y, posteriormente, se acarrea a la víctima por la cuerda de seguridad.
Cuando se desciende a un rescatista, junto a la camilla, es necesario que este lleve suficiente equipo (cordino, mosquetones y cinta tubular) que asegure la víctima a la camilla.
El aseguramiento de la víctima es sencillo. Primero, es colocada en una ferula, donde se aseguran su cabeza, el cuerpo y las piernas; posteriormente, una vez protegida la persona, se coloca en una camilla, ya sea tipo sked o canasta (basket), finalmente se procede, con técnicas de nudos, a amarrar y afianzar la camilla a la cuerda de vida para el ascenso. Asegurada la víctima y colocada la camilla para el ascenso, el rescatista se afirma a la camilla con la cuerda de trabajo.
Iniciado el ascenso o el salvamento vertical, el rescatista va dando, simultáneamente, soporte a la víctima, con acciones como: ayudar a la camilla en el ascenso o apartar la maleza que impida el ascenso, entre otros detalles.
Cuando la víctima haya sido extraída del sitio, con la ayuda de paramédicos y de otros profesionales, se estabiliza a la víctima y se traslada a un centro de atención que brinde el tratamiento adecuado.
Corresponde indicar que la técnica de rescate vertical es un procedimiento que requiere mucha concentración y atención por parte de los rescatistas; asimismo, se debe tener conocimientos en nudos, amarres, elaboración de anclajes, rappel y manejo de personas, ya que es un técnica que incorpora un gran esfuerzo físico y exige de acciones rápidas que garanticen un buen rescate; por ende, hacer simulacros y estar en constante capacitación, son recomendaciones inevitables para el éxito en el rescate vertical.
Después de analizar mis opciones me doy cuenta que solo tenia una, lo sabia sobremanera. Desde que todo ocurrió, tenia una solo una opción. Seguiría mi camino de descenso hasta encontrarlo y rescatarlo.
Seguiría adelante.
Ahora iniciaba para mi la tarea de rescatarlo con vida…
Esto ya lo he practicado y lo he realizado infinidad de veces, por lo tanto, tengo que hacer cuanto de mi dependa para que Gilberto salga lo más pronto posible de esta situación.
En mi camino de descenso, me tomé el tiempo llamar a la unidad de rescate más cercana al lugar; pero la cobertura telefónica no era para nada buena en ese lugar. Hubo un punto en mi camino que fue necesario realizar el anclaje sobre algunas rocas y la colocación de cuerdas; mientras que en simultaneo preparaban todo mi kit de primeros auxilios para auxiliar a Gilberto. Siempre estuve consciente de la emergencia y sabía que mi amigo me necesitaba…
La base de mi plan de búsqueda y el rescate de Gilberto, está basado en las técnicas de búsqueda en montaña de los grupos conocidos como Search And Rescue (SAR, por sus siglas en inglés), ya que incorporan métodos y protocolos para la exploración y el salvamento de personas. En este momento, decidí realizar la técnica de Búsqueda Por medio de espiral. Esta técnica, también denomina búsqueda compacta, consiste en realizar círculos alrededor de un punto central o punto de origen, el cual debe ser de fácil acceso. Alrededor del sitio se van formando círculos, procurando ir realizando la búsqueda o rescate en el área seleccionada. Identificada la víctima se realiza el rescate y se ubica un punto de fácil acceso para la extracción; este punto se conoce como punto de extracción. Establecido el punto de extracción e identificada el área donde se encuentran tanto los rescatistas como la víctima, se traza y marca en una hoja topográfica un rumbo de extracción (con el apoyo de una brújula) directo al punto de partida; en otras palabras, al lugar donde se encuentran rescatistas, paramédicos y equipamientos que permitan trasladar a la víctima a un lugar seguro (clínica u hospital) para su posterior tratamiento.
Mi andadura en solitario durante el descenso y búsqueda de Gilberto, fue cuando por fin llego el gran momento de la cruda toma de conciencia de lo que de verdad implicaba aquella aventura y después la decisión de continuar con el plan, aunque debo reconocer que llevarlo a cabo resultaba absurdo, carecía de sentido y resultaba ridículamente difícil, pues superaba por mucho mis expectativas, aún cuando me encontraba plenamente preparado para algo de tal magnitud.
Y luego, llego el momento de la verdad.
Continuar la búsqueda y hacerlo, a pesar de todo. A pesar de los osos y las serpientes de cascabel, y los restos de excremento de puma, aunque los pumas propiamente dichos, nunca los he llegado a ver.
En este momento, a pesar del cansancio, los arañazos, las laceraciones, del agotamiento, del frio, de la monotonía y el dolor, de la sed y el hambre, de los fantasmas que me rondan mientras recorro la distancia que me separa de Gilberto empecé a jadear ya sudar de inmediato y a medida que el sendero doblaba hacia el norte y comenzaba a descender y a seguir un curso ondulante, mis botas y mis pantorrillas se fueron cubriendo de polvo, cada paso era un esfuerzo soberano conforme subía y bajaba y esto se volvía como un respiro infernal, porque me veía obligado a mantenerme en pie a cada paso, para evitar que la fuerza de gravedad me catapultara hacia delante y me cayera con el peso de mi mochila.
Al cabo de cuarenta minutos, una voz dentro de mi cabeza me gritaba: ¿En que te has metido? Procuré no hacer caso, tararear mientras avanzaba pese a lo difícil que resultaba cantar mientras corría y respiraba, gimiendo de desesperación por no saber como se encontraba Gilberto. En este momento solo me quedaba mas que sencillamente concentrarme en lo que escuchaba a mi paso, el ruido sordo de mis pisadas en el sendero rocoso y seco, el crujir de las hojas y ramas que iba pisando en mi andar, en las hojas y ramas de los arbustos entre los que pasaba, movidas por mi paso entre ellos. Pero era muy difícil, la voz me seguía gritando: ¿En que te has metido? Era un grito poderoso. No había manera de ahogarlo. La única distracción, por contradictorio que parezca, era concentrarme y permanecer alerta ante la posible aparición de serpientes.
A mi paso, esperaba ver en cada vuelta de mi camino, en cada recodo de aquel lugar, a mi amigo Gilberto.
Era un trato al que había llegado conmigo mismo desde el momento en que lo vi caer.
El miedo, en gran medida, surge de la historia que nos une a nosotros dos y sabía que si me permitía que el miedo se adueñase de mi, mi camino para llegar a auxiliarlo estaría condenado al fracaso. Decidí que no correría mas peligros. Soy fuerte. Soy valiente. Nada puede vencerme. Simplemente no me permitiré sucumbir al miedo de perder a mi amigo. Sabido es que el temor engendra temor. La fuerza engendra fuerza. Me obligue a ser fuerte una vez más. Y al cabo de un tramo largo de mi camino hacia Gilberto, deje de tener miedo y me sentí cada vez más fuerte.