La última patrulla Capitulo 5 Inspirar.
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La Guerra contra el narcotráfico pasa por su peor etapa desde que se iniciaron las operaciones de alto impacto. Una nueva etapa en las operaciones se ha puesto en marcha, para dar inicio a una nueva estrategia de contrainsurgencia.
Es hora de cambiar el panorama en México para hacer que el pueblo reaccione con nosotros y no nosotros reaccionemos con ellos.
Espero que entiendan que hemos sido escogidos específicamente para ser los hombres que vayan al extremo de sus habilidades. Sé que seran capaces de superar cualquier desafio que enfrenten. Algunos días seran Buenos, otrso días seran malos pero, la misma pregunta que me hicieran a mi hace unos años, es lo que debe darle dirección a sus acciones: ¿Lo que hago, acercara o alejará al pueblo de su gobierno?
Atacamos para tomar el control de los pueblos y de esta manera quitarselos a los delincuentes, porque una vez que hayamos asegurado a la población, ellos no tendran mas las calles para andar y los delincuentes morirán en el intento.
Cada interacción que hacemos con las personas es fundamental para nuestro éxito, tenemos que infundirles confianza en nosotros, debemos tener confianza en ellos. Pero no se equivoquen, somos expertos en aplicar la violencia. Cuando se muevan, háganlo con propósito y aggression dirigidos a acabar con el enemigo que son los delincuentes. Sus consecuencias deben ser limpias y su honor impeccable.
Recuerden, sus vidas no se miden de acuerdo a cuanto tiempo tienen en estos lugares, sino por lo que hacen con el tiempo que tienen.
A partir del día de hoy y en los próximos años, sus hijos y sus nietos les preguntarán: ¿Que hicieron en ese verano decisivo en la Guerra contra el narcotráfico?
El pueblo de México y el mundo entero los recordará por lo que hicieron aquí, este verano y creanme, ustedes cambiarán la historia. Desde hoy y para siempre.
En mi caso, Todos se alistaron en el Ejército por la misma razón por la que lo siguen haciendo hoy los jóvenes, la pobreza. “La gente que está en lo más bajo de la escala económica es la que combate en cada una de las guerras”. Estaban convencidos de que hacían la guerra para servir a su país, sin embargo nunca pensaron que podía salir tan caro. “Si piensas en empuñar un arma y disparar contra alguien, debes de saber que la mayoría no puede hacerlo. A un soldado hay que entrenarlo para que lo haga.
Como ya dije antes, ciertamente durante mi época de estudiante, nunca me distinguí por obtener buenas calificaciones. Aun así, realicé exámenes para ingresar al ejército. Y terminé primero entre varias decenas de jóvenes, en el estado de Coahuila. A la edad de dieciocho años, logre causar alta en la Escuela Militar de Oficiales de Sanidad. Decidiéndome a dejar a atrás la ciudad de Monclova.
A mi mente llegan imágenes de la vida que dejé atrás. Muchos años entregados al ejercito. Las risas, las fiestas, las noches para probar de buena cuenta que se han esfumado para siempre.
Ese verano llegó un cambio a mi vida que no sabía como afrontar. Una nueva época marcada por la inseguridad y el total desconocimiento de mi futuro. La vida de cadete estába a la vuelta de la esquina y no tenía claro por qué la había elegido. Ni siquiera sabía si yo mismo la quería o es algo tan planificado desde siempre que ya no tenía elección.
La primera noche en el Curso de Adiestramiento Básico Individual, cuando apagaron las luces del alojamiento de la compañia de reclutas –cien cadetes de nuevo ingreso acostados en las literas del dormitorio- alguien eructó durísimo en la oscuridad y todos nos atacamos de risa. A continuación escuchamos una seguidilla de pedos, de gritos y armamos un gran escándalo que nos duró hasta que un teniente encendió las luces y grito…
-Todos arriba…- Dice el teniente.
Eran las doce de la noche y toda la compañía fue a dar a la plaza de maniobras en ropa de dormir, es decir en ropa interior. Formados en pelotones, semidesnudos, con el pelo al raz y en chanclas, parecíamos prisioneros en un campo de concentración. En las siguientes dos horas el teninente nos hizo entender, a punta de lagartijas y sentadillas, que teníamos que acostarnos en silencio.
En los primeros meses de instrucción a los reclutas se nos castiga por cualquier cosa. Una sombra en la barba, una mugre en las botas, una arruga en la cama o el olvido de una estrofa del himno nacional, nos valían horas de ejercico nocturno en la plaza de maniobras del Heroico colegio Militar.
Esa primera noche cuando armamos tremendo zafarrancho con pedos y eructos que nos supo a sangre, sudor y lágrimas, aprendimos a meternos en la cama en total silencio.
En la oscuridad y tirado en mi cama, cerré los ojos, exhausto, rabioso e impotente. Así me quedé dormido y no sentí las tres horas de sueño que pude disfrutar esa noche.
Todo parecía indicar que el teniente estaba librando una Guerra contra nosotros. Nos tenía como sus enemigos y a causa de sus castigos doblegaba nuestro caracter y nos imponía su forma de pensar, su política.
La jornada de ocho semanas durante las que se transforma a los jovenes mexicanos de civil a soldado, son las ocho semanas más díficiles que pasará un joven, pero también son las más gratificantes.
El Curso de Adiestramiento Básico Individual, es un curso de entrenamiento que transforma a los jovenes civiles en soldados. A lo largo de ocho semanas estos reclutas aprenden los valores centrales del ejercito Mexicano, así como también a funcionar juntos como un equipo y sobre todo, a aprender que es lo que se requiere para triunfar como soldado.
En esta etapa de preparación militar, el ejército se asegura de que cada joven alistado esté preparado física y mentalmente para comenzar el Entrenamineto Básico. Una vez determinado esto, los reclutas reciben uniformes y estan listos para comenzar el entrenamiento. Los reclutas pasan por entrenamineto en el empleo del armamento individual y combate. Este curso les enseña las capacidades vitales del soldado y les inculca más confianza. Después de familiarizarse en el entrenamiento de las armas, los reclutas ponen su entrenamiento a prueba en las marchas administrativas y ejercicios tácticos que se ralizan para evaluar el progreso del soldado.
La preparación para la Guerra es el objeto esencial de la formación militar. Es aqui que el valor de los soldados depende no solamente de su estado de capacitación, sino tambien de su fuerza moral y de su estado físico, es por esto, que la instrucción militar se divide en: preparación militar, entrenamiento físico y educación moral.
A pesar de lo que suele suponerse, la vida militar no empieza en la peluquería, aunque luego se convertirá en un centro impresindible para la intriga. Sin embargo, el medico es el encargado de examiner a los reclutas. No solo comprueba que se encuentren saludables y físicamente aptos para el servicio; sino que también los somete a un interrogatorio exhaustivo, lleno de preguntas desconcertantes, que parecieran dirigidas a demostrar que ahí no había más intimidad que la de las barracas. El medico se trataba de un hombre sospechoso, con la Mirada oblicua y una sonrisa malevola, que se queda largo tiempo en silencio. No afirmaba ni negaba nada, y había algo de perverso en su auscultación rutinaria. Se paseaba distraído alrededor del examinado antes de inquirir algo acerca de su pasado, de su presente, de sus aficiones, de sus recuerdos, de cualquier nota. Fue él quien me aleccionó acerca de la subordinación y otros deberes militares con una frase contundente: “aqui solo se hacen dos cosas, mandar y obedecer”. Creo que supe entonces que debía renunciar a mí mismo para convertirme en un soldado.
Pronto aprendí que la vida en los cuarteles se rige por toques de corneta y que no había tiempo para ensoñaciones matutinas. El cabo de turno se encargaba de cortarlas con una patada y un par de toques matutinos. Luego, tu cabo de escuadra, revisaba que las camas estuvieran tendidas arrojando monedas sobre ellas. Si se arrugaban, sobrevenía una repression inmediata. Luego se cercioraba del riguroso orden de los armarios y comprobaba en una minuciosa revision, que todos estuvieramos impecablemente uniformados. Entonces, solo entonces, empezaba el día de la misma manera en que terminaba en el cuartel, con un pase de lista antes de ir a dormir.
La instrucción militar encierra pequeños secretos. Marchar, que es menos una disciplina que una forma de vida, se fundamenta en principios básicos que hay que saber llevar a la práctica, de los cuales se deriva todo el orden. Mantenerse firme y conservar la formación representa menos un alarde que una demostración de dominio. Sostener el paso veloz significa que no puedes rebasar tus propios límites, lo cual se celebra cantando canciones obscenas. En las lecciones de balística, se aprende a someter la técnica para que se convierta en el instrumento de nuestra voluntad y no en nuestro Verdugo desafortunado. El conocimiento de las armas resulta impresindible; forma parte de nosotros hasta en la lucha cuerpo a cuerpo. Saber una estrategia aunque sea a patadas, es también comprender que uno solo ocupa un mínimo lugar en la jerarquía y que todo obedece a un orden establecido.
En mi adiestramiento, entendí a épica simulada de la batalla, del sonido lodoso de las trincheras, conocí el olor a pólvora y el valor de la espera, descubrí que la Guerra, como el juego, depende de reglas inquebrantables y, finalmente, adquirí una moral del conocimiento de la manera de matar a un vigía por la espalda, sin que pueda gritar para dar aviso, atravesándole los pulmones con la bayoneta.
El cuartel siempre parecía vacio, sin embargo, la guardia se mantenía alerta. Las horas se alargaban en observaciones desiertas a la espera de que no pasara nada, acaso sólo el relevo. Era preciso impedir que los extraños irrumpieran en la cotidianidad castrence. Se debía vigilar a los arrestados que gastaban su paciancia fumando cigarros eternos. Pero sobretodo, resultaba necesario evitar las fugas de los reclutas en busca de aventuras tabernarias y prsotibularias. A veces alguna compañia marcahaba o hacia ejercicios. Afuera de las barracas, soldados limpiaban sus armas, boleaban sus botas y leían reglamentos militares. Entre las tropas se libraba una lucha diaria contra un enemigo implacable que acechaba en silencio apoderándose poco a poco de sus víctimas, a quienes minaba interiormente con su presencia agobiante hasta aniquilarles la voluntad. Ese enemigo ineludible era el tedio.
Los deberes militares pueden ser impredecibles. Los preparativos para la Guerra resulta insospechados. No solo se refieren a las armas, a las evoluciones bélicas, al ejercicio de la destreza individual. La estategia depende de infinitas nimiedades y el mantenimiento de las tropas require de muchos trabajos aparentemente menores. Un soldado tambien debe dedicarse a barrer, trapear, cortar el pasto, plantar árboles, lavar los platos, limpiar letrinas, lustrar ventanas y otras obligaciones de logística.
Durante mis días de Cadete, aprendí con disciplina el manejo de los hombres y de las armas; lo cual requiere de ciertas habilidades, de una energía física y mental. Es menester indispensable poseer conocimientos sobre la calidad de las personas, capacidad para dirigir seres humanos que han de integrarse como grandes guerreros, allegarse de sus discípulos, tener voz y don de mando.
La lealtad se ha convertido en una ventana a ese universo que esta más allá del heroísmo, del honor, de la valentía. Mas allá de los bosques, de las montañas. Transitando el camino del deber cumplido, sintiéndome enteramente conmovido por todos los dolores, por todas las angustias que sufre mi madre, entristecida por la separación de este su hijo; con esas luchas pavorosas y sangrientas en que resueltamente en infinidad de ocasiones hemos de vernos enfrascados. Lucha fratricida en la cual sacrificar la energía y la vida misma, con la única finalidad de que mañana disfruten de libertad las generaciones que nos han de suceder, para que nuestros hijos gocen de un porvenir menos denso y sombrío, para que nuestros postreros, vivan la vida radiante y espléndida en libertad. Apoyando de esta manera al desarrollo de nuestro país.
Estando alejado de mis seres queridos, en medio del calor de una batalla. Mirando a cada paso que damos a todas esas personas. Añorando a quienes sufren y lloran por mi ausencia, he contemplado la cara del terror durante el desarrollo de una batalla. A cada instante en que atiendo a mis compañeros caídos en el fango que se nos presenta por suelo. He sentido el miedo helado del silencio rodeándonos por completo, aferrándose a nuestros cuerpos. Pero con mi actuación, he logrado transmitir esa paz que solo mi trabajo puede proporcionar. En medio del lodo vuelco todas mis ilusiones y esperanzas buscando los mejores resultados en beneficio de mis compañeros. He llorado, he sufrido y he esperado en silencio. Pero más que todo, he vivido momentos que otros creen que es mejor olvidar.