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La última patrulla IV. El Ejército.


Este libro está dedicado a todas las personas que cada mañana

desean ser un poco mejores que el día anterior;

y cuando llega la noche se alegran por haberlo conseguido,

o se proponen intentarlo de nuevo.



Este libro puede tratar de muchas cosas pero inexorablemente hablará acerca de mí. Siempre es más fácil contar las cosas desde el punto de vista propio…


…Este no es un manual de supervivencia ni mucho menos un manual de táctica de sanidad, es simplemente una versión personal ajustada de la realidad, de los temas que con el tiempo envenenan a personas que como yo, han vivido las mismas situaciones. ¡Sí! voy a hablar a veces en términos medicos y militares, en ocasiones sonare vulgar, no porque quiera verme ridiculo sino porque me tocó vivirlo, sufrirlo, sangrarlo, vomitarlo.


Por el momento solo diré que este no es un libro fácil. Es jodido. Toca temas jodidos. Como cuando la gente me pregunta (frecuentemente) ¿a cuantas personas has matado? Algo que siempre me molesta, ¿la cantidad me hará ser mas hombre o por el contrario, todo un cobarde? El número no es importante a estas alturas de mi vida, me habria gustado que hubieran sido muchos más. No para presumir, sino porque creo que todos ellos fueron delincuentes que jugaron con la vida de muchas personas inocentes y tambien le arrebataron la vida a muchos de mis compañeros y amigos. Y porque invariablemente creo que el mundo es un lugar mejor sin ellos. Todos aquellos que murieron, intentaban hacerle daño a algún mexicano o a algún soldado.


Yo tenía una tarea que hacer como soldado. Mate al enemigo, un enemigo al que encontrabamos todos los días planeando como matar a mis compañeros del ejército. Me duele cuando el enemigo logra su objetivo, pero incluso perder una sola de las vidas de los mexicanos es una pérdida demasiado grande para mi.


En este momento, no me preocupa lo que la gente piense de mi. es una de las cosas que siempre he admirado de mi padre. A él no le importaba en absoluto lo que pensaran los demás.


¿Por que digo esto?


Porque durante los últimos veinte años de mi vida, he trabajado en el ejercito mexicano, en algunos hospitales, en algunas corporaciones policiacas, en algunas ciudades del país; siempre en una búsqueda incesante por una vida que no consumiera mi alma. Nunca he encontrado ese trabajo que pudiera soportar de manera permanente y, por lo visto, volvía a encontrarme en el punto de partida.


Estaba de nuevo donde todo había empezado, y los recuerdos, la mayoría desagradables, se inmiscuían como huéspedes a los que nadie había invitado. Debía de haber caminado como mínimo un millón de kilómetros por aquellos lugares de paredes desoladas. Las paredes verdes, de bloques de cemento, eran las mismas contra las que tantas noches me había apoyado, con los huesos de la espalda tan doloridos como los de una mula de carga y los pies como dos masas de carne muerta pegadas a los tobillos.


Pero también había cosas buenas. Me las arreglé para enamorarme un par de veces en cada vieja y destartalada casa de desgracias donde habité. ¡Que tiempos aquellos! Besos furtivos a las damiselas conocidas en calles vacías. Arrebatos de pasión en escaleras desiertas. Ojos que asomaban por encima de mascarillas quirúrgicas y que decían cosas que los sabios nunca podrían expresar. Amor entre las ruinas. Amor irreprimible que brotaba entre el drama y la agonía de un hospital del centro de una gran ciudad, como briznas de hierba que consiguen multiplicarse y crecer en las grietas de una acera de cemento. Yo era joven y romántico por aquel entonces. Y aquí estaba yo otra vez, de vuelta en el ring para el segundo asalto, pero en absoluto preparado para ello.


Cada vez que empiezo un nuevo trabajo, me obligo a mi mismo a no ser dejado y cenar cada noche en una mesa como un ser humano civilizado, en vez de engullir apresurados bocados de comida entre una llamada de emergencia o un operativo militar.


En este momento, si pudiera definir mi vida en tres palabras, estas serían “todo o nada”. Un día la vida es para mi toda una fiesta donde nada es tan serio, pero al siguiente, me parece más cruel de lo que en verdad es. No acepto relaciones a medias, a la gente que quiere estar conmigo le pido estar “conmigo o en mi contra” a cambio, doy exactamente lo mismo ¿qué quieres que sea? Puedo ser lo que tu quieras que sea, dulce o tosco, discreto como una tumba o lo más chismoso que pueda existir. Precavido o bien, osado a tal punto que temerías por mi vida. Seré lo que te haga felíz mientras quieras estar conmigo.


De un instante a otro puedo volverme violento y agresivo, cuando eso ocurre, no entiendo razones. Por favor no intentes calmarme, ¡alejate! Porque de una u otra manera puedo destriurte. ¿sabes cual pregunta me hacen más frecuentemente?... ¿cómo puedes ser tan listo para lagunas cosas, pero tan tonto para algunas otras? Un día me tiraría en un paracaídas solo para que me vieras y mañana me escondería en un rincon de mi casa, de ti, del mundo…


No tengo piedad ni compasión, y no doy tregua a mis enemigos. Aunque daría mi vida por aquellos a quienes amo…


Poseo una extraña y desarrollada habilidad de ver tus puntos débiles y también los fuertes, entonces cuidate, porque lo que digas o hagas muy probablemente algún día será usado en tu contra.


Puedo convencerte de algo aún cuando ni yo mismo este convencido de ello.


Siempre te daré una respuesta a todo y con una extraordinaria rapidez pienso lo que tengo que decir para lastimarte. Hoy quiero pasar el resto de mis días contigo, sin embargo, mañana me puedo arrepentir. No te sientas culpable, porque no lo eres.


Capitulo 1

Amistad



La amistad es absolutamente esencial, sobre todo durante un período en el cual se cambian las relaciones que se mantienen con la familia.


Uno se busca un doble para sentirse más fuerte, un confidente para compartir las dificultades, un alma hermana para suavizarlas en la fraternidad, un alter ego que nos sostiene y nos ayuda a avanzar. También se busca un espejo viviente para confrontarse, porque uno no está seguro de sí. A veces se busca también encontrar un sentimiento de fusión, como con los padres cuando uno era pequeño y creíamos todavía que esa relación de amor con ellos era indestructible.


La imagen del grupo, o pandilla parece hacerse vital por momentos.


Uno busca identificarse, ser parecido a los otros. Por miedo a ser rechazado, uno se identifica con sus amigos. Es difícil porque, de hecho, para que un grupo funcione y sea viviente, sería más bien necesario que sus integrantes fueran complementarios. Se temen las diferencias como si amenazaran al grupo, cuando en realidad lo construyen. Hay un equilibrio que cada uno debe encontrar entre ser bastante "como el grupo" para formar parte completamente de él, y conservar su singularidad, su personalidad y seguir siendo uno mismo.


La verdadera amistad, la que puede durar, comienza cuando uno puede decirle al otro: "Tú no eres como yo, tienes razón al ser tal como eres, y te quiero mucho por ser distinto a mí". Uno está lleno de compañeros. Los verdaderos amigos son mucho más raros.


Algunos dicen que, en una vida, se cuentan los verdaderos amigos con los dedos de una mano. Cuando uno no logra anudar lazos de amistad, hay que plantearse preguntas y quizá hablar con los adultos en quienes se tiene confianza.


Ser compañero está bien cuando se comparten las mismas actividades. Pero detrás de una amistad hay un verdadero reencuentro, algo que hace que uno no sea el mismo que antes de ese reencuentro. Los adultos que no tienen amigos, sino sólo camaradas de trabajo o compañeros, no tienen a nadie el día en que dejan de trabajar.


La verdadera amistad da fuerzas para aventurarse, para pensar más abiertamente, para comprometerse. Quizá por eso todos los adolescentes dicen que la amistad es la cuestión más importante de sus vidas. Y todo esto es posible porque, en la amistad, uno se siente fortificado por la seguridad y la confianza en nosotros, que nos aporta la confianza de otro a quien respetamos y a quien le podemos decir todo, hasta aquello de lo que no estamos orgullosos, sabiendo que será acogido con tolerancia.


La confianza es un valor esencial en la historia de la humanidad, porque es un apoyo que el otro nos da y sobre el cual se funda un sentimiento de seguridad. A partir de esto, todas las grandes elevaciones son posibles.


La herida que se experimenta cuando uno es traicionado en su confianza se hace muy dolorosa. Lo que resulta complicado es que toda nuestra sociedad -y por lo tanto, toda nuestra educación- está basada en la confianza. Todo nuestro sistema económico reposa en ella.


Los actos están garantizados a priori por la idea de que todo el mundo es honesto: cheques, tarjetas de crédito, reservas de distinto tipo, etc. A pesar de ello, la vida cotidiana nos muestra lo contrario cada día, y son los adultos, aquellos que tienen la responsabilidad de educarnos, los primeros en traicionar nuestra confianza cuando no mantienen sus promesas. Y esto sin que uno pueda siquiera mencionarlo, lo que hace que el asunto sea más perturbador. Uno se da cuenta de que hay una diferencia entre lo que la gente dice, lo que escribe y lo que hace. No se dice lo que se piensa, no se hace lo que se dice. Todo el mundo lo sabe, nadie habla de eso abiertamente, y las cosas continúan así. La fidelidad es el otro pilar sobre el que reposa la amistad. Sobre el sentimiento de la fidelidad del otro basamos nuestra confianza, aunque solamente en los momentos difíciles es cuando podemos medir hasta qué punto. Mientras todo ande bien, la fidelidad es fácil. Aunque ser fiel no es ser ciego y aceptar todo del otro sin espíritu crítico. Si uno siente que debe ser infiel con uno mismo para no traicionar a un amigo, es dramático. A veces uno es llevado a hacer algo que el otro considerará como una traición. Es duro, pero si hablamos de ello, si explicamos en qué la fidelidad hacia uno mismo se ve amenazada, la amistad puede enriquecerse en lugar de destruirse. Ser traicionado por un amigo es un verdadero sufrimiento. Pero con frecuencia, no ha existido traición en absoluto. Solamente un error de nuestra parte: hemos tomado a un compañero por un amigo. Esto hace mucho mal, aunque... ¡hay otro camino para comprender poco a poco lo que es la verdadera amistad! Cuando uno ha sido decepcionado por una amistad, siente la tentación de instalarse en la amargura y no creer más en nada. En lugar de arriesgarse de nuevo, que es la única manera de permanecer en la vida.


Cuando dos compañeros están enamorados de la misma chica... es una historia. Pero cuando son dos amigos el asunto puede resultar desgarrador, verdaderamente dramático, sobre todo si a su amor común le gusta jugar con la situación. Las penas de amistad existen y son tan dolorosas como las penas de amor.


Es fuera de la familia donde se buscan relaciones fuertes, y es muy importante que uno mismo elija a sus amigos. Muy a menudo, nos cuesta ligarnos amistosamente con aquellos que nuestros padres nos presentan, únicamente porque llegan por intermedio de ellos. A veces, no obstante, son ellos quienes se convertirán en nuestros mejores amigos. Aunque raramente de inmediato: hacen falta años para darse cuenta y aceptarlo. Los adultos temen los golpes de locura de los adolescentes, cuando se comprometen en vínculos de amor o de amistad, sobre todo cuando están "fuera de las normas". Pero si uno es verdaderamente fiel a sí mismo y a los valores que ha recibido, esos golpes de locura se revelan a veces, a lo largo del tiempo, como golpes de imprudencia que han permitido los cambios de rumbo. Estos cambios causaron miedo a los padres porque eran bruscos, pero pueden ser positivos. Es verdad que éste no es siempre el caso, y es lógico que asuste a quienes nos rodean.


Algunos encuentros se revelan a veces muy peligrosos y es difícil saberlo en el momento en que se producen. La amistad provoca a menudo celos, tanto más cuanto los adultos tienen con frecuencia tendencias a imaginar si hay en ella sexualidad o no. Si uno tiene un amigo del mismo sexo, teme a veces que los otros los crean homosexuales.


La trampa está en los celos de amistad, que nos llevan a aprisionar al otro para que se quede a nuestro lado. Como si forzando al otro a estar aquí con su cuerpo, cuando él desea estar en otra parte, pudiera forzarlo a entrar en relación con nosotros. En este caso, es otra vez la nostalgia de una relación como la que teníamos siendo pequeños, en el deseo de amor eterno con nuestros padres. Este deseo de posesión, que reclama una total dependencia del otro, no es amistad sino enfeudación. Hasta podría decirse que la exclusividad es el enemigo de la amistad y de la alegría de vivir.


En la amistad, como en el amor, amar verdaderamente a alguien es dejarlo libre, permitirle el derecho de ser diferente de uno mismo. Si tenemos miedo de perderlo, hay que aprender a superar ese miedo. No siempre es fácil. Sin embargo... hay otra solución?

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