top of page

6 La última patrulla. El Regreso.

…. Arriba hacía viento.


Yo tenía mucho frío bien repartido; en las manos, en los pies, en la nariz y en las orejas.


Las montañas del cerro de la gloria, algunas verdes y otras azules en la distancia, parecían pintadas en un cuadro. El cielo tenía un color azul oscuro además que también podíamos ver la curvatura de la Tierra, o al menos nos la imaginábamos bastante bien.


Este ascenso que tan buena paliza nos ha dado no es nada difícil, pero tiene su peligro, y bastante mal carácter.


La cima es una proyección de roca afilada que acaba en un paredón de roca, pero antes hay otras tres planicies que, llegar a ellas te vuelven un poco loco, haciéndote concebir esperanzas de que vas a dejar de sufrir.


Arriba nada había que yo pudiera hacer o decir. Una amplia sonrisa iluminaba mi rostro, y permanecí mudo e inmóvil mientras contemplaba la belleza infinita, en estado puro, que me rodeaba. Por un instante creí que me había vuelto transparente, creí que ya no estaba allí. Entonces me sobró todo y ya no necesité razones.


Muy cansados, con tos, con dolores por todos los lados. Sin un gramo de gasolina en el depósito, y muy flaquitos, pero con el alma plena, de recuerdos y de nuevas energías.


Pero esos valles profundos que bajan desde la cima hacia el norte, y que yo contemplé desde la cumbre, han dejado huellas igualmente insondables en mi alma.


Tras un largo y merecido descanso o lo que fuese a aquellas horas, nos pusimos a desmontar hacia la cabaña y preparar las mochilas para el camino de vuelta. Este era sencillo pero dado el cansancio se hizo muy largo. Reconocíamos los lugares por los que habíamos pasado y sabíamos que cada vez estaba más cerca el final. Ahora solo pensábamos en bajar a Monclova y darnos una buena comilona y sobre todo soñábamos con litros y litros de agua. Estábamos solos y teníamos que tomar una nueva decisión, quedarse y seguir al día siguiente o bajar con el riesgo de que anocheciera antes de que llegásemos y terminaramos durmiendo sobre el camino.


Empezamos el retorno, estábamos muy cansados y el paso era muy lento, pero poco a poco íbamos avanzando. El paisaje seguía siendo precioso, aunque perdía su encanto a causa del cansancio, la terrible sed y las ganas de llegar abajo. Así bajamos todos como un pelotón de desesperados, muertos de sed. La sed, que horrible sensación, ahora era como tener un papel de lija por lengua y arcadas cada vez que intentaba hablar así que lo mejor era no decir nada caminar en silencio compartiendo el agotamiento con mis mejores amigos.


El descenso fue rápido hacia el campamento en la cabaña ya que el tiempo apremiaba para el regreso a fin de no ser sorprendidos por la oscuridad de la noche.


Descendíamos lo más rápidamente posible intentando siempre seguir el trazado de las veredas que han estado ahí por años, pero justo en el momento menos esperado, esos segundos que parecían horas transcurrieron lentos en mi mente, Gilberto caía lentamente intentando cogerse a la roca, yo desde arriba no podía hacer otra cosa que mirar tal y como le sucedía. Después el impacto contra la roca, la frenada, unos segundos de silencio y por fin la voz de Gilberto. -“No fue más que un golpe y el consiguiente susto”- por suerte no había sido más que un resbalón sin mas consecuencias que un golpe en el costado y en la pierna.


Tras el susto y después de descansar un rato para relajarnos, seguimos la loca carrera hacia la cabaña; donde tomaríamos nuestras mochilas y de ahí, hacia el camino de terracería, hacia el agua, hacia la tranquilidad de verse a salvo.


No sabia cuanto tipo llevaríamos bajando, pero por fin la oscuridad nos venció abatiéndose sobre nosotros envolviéndonos en su negra capa. Cayo la noche. Cada vez se reducían más las posibilidades de llegar, ahora necesitábamos de lámparas para avanzar pero no veíamos más de dos o tres metros por delante de nosotros, algo muy escaso teniendo en cuenta el laberíntico camino, una pequeña desviación y podríamos quedar varados por una vertiginosa caída hacia el inicio del cañón. Seguimos un tramo más, unos cuantos metros y por fin nos quedamos a oscuras.


No quedaba más remedio. Siempre me había hecho gracia, pero no creí que este fuese el mejor momento, nos tocaba hacer un vivac en plena montaña, agotados. Rebuscamos un poco arriba, un poco hacia abajo y por fin encontramos el sitio. Nos acomodamos lo mejor posible, ya no se podía hacer más que esperar la luz del día. Seria una noche muy larga.


Realmente no era nada cómodo, un pequeño agujero entre dos piedras donde sentado me salía medio cuerpo y las rodillas. Tampoco ellos encontraron algo mejor. Hiram simplemente estaba sentado en una piedra con las piernas colgando por encima mío y Gilberto se quedo estirado a medias sobre una piedra dudosamente lisa.


No fue una de aquellas noches que pasan y se van; ¡las horas no pasaban! aún se veían luces en el pueblo, allá abajo en el ejido el oro todo era quietud, el sol no quería salir aquella mañana, el frío nos estaba castigando.


Seguíamos despiertos, nos empezamos a preparar, estábamos entumecidos y muertos de sed, la lengua como un cartón. A Gilberto le costo levantarse, ahora solo quedaba esperar a que los primeros rayos de sol empezaran a mostrarnos el camino de vuelta.


Por fin, sobre las siete de la mañana, las primeras luces. Ahora teníamos que fijar la vista e intentar intuir por donde iba el camino.


Era como un chiste, en el fondo no estábamos perdidos, tantas subidas, bajadas vueltas y mas vueltas y habíamos acabado durmiendo sobre el camino.


Empezamos el retorno, estábamos muy cansados y el paso era muy lento, pero poco a poco íbamos avanzando. Por fin las primeras luces de la mañana, por fin un poco de alegría para la vista, El paisaje seguía siendo precioso, aunque perdía su encanto a causa del cansancio, la terrible sed y las ganas de llegar abajo. Así bajamos todos como un pelotón de desesperados, muertos de sed. La sed, que horrible sensación, ahora era como tener un papel de lija por lengua y arcadas cada vez que intentaba hablar así que lo mejor era no decir nada caminar en silencio compartiendo el agotamiento con dos mejores amigos.


Featured Posts
Recent Posts
Archive
Search By Tags
Follow Us
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square

2016 by José Luis Perez. Proudly created with Wix.com

  • White Facebook Icon
© Derechos de autor
bottom of page