4 La última patrulla. La cabaña.
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El primer punto de camping ya establecido, es el lugar que contaba antes con una cabaña misma que al día de hoy ya no existe, “El Caracol” es usado para acampar por las personas cuando su meta no es la parte más alta.
Podríamos decir que aquí, en la cabaña, empezó nuestra pequeña odisea, por supuesto habia que plantearse dormir en la tienda de campaña.
Así que aqui estamos, en una maravillosa zona de acampada que ya habíamos conocido hace veinte años, y empezamos a montar la tienda tan bien como pudimos ya que entre la falta de aire, que realmente se notaba, la falta de agua y la caminata, nos agotaban de una manera que no me había esperado. La zona de acampada, realmente, no era más que una de aquellas planicies que invitan a ir a dormir en casa, pero no podía ser. Acabar el montaje y todo lo demás no nos llevó mucho tiempo pero por fin todo estaba dispuesto y en su sitio, así que ahora tocaba comer algo.
Una vez hecho todo esto, partimos al segundo punto de descanso llamado “Ojito de Agua”, con una elevación de 1,433 msnm; un lugar reconfortante para descansar porque es la sombra más espesa que hay en la montaña, ya que los árboles de alrededor se nutren de abundante agua todo el año por la presencia de este ojito.
Al final, tras conseguir el agua necesaria nos preparamos una comida con las cosas que llevamos y nos dispusimos a descansar un rato ya que después de tanto ejercicio a estas alturas y sin estar acostumbrados y después de mas de veinte años, estábamos cansados.
No duró mucho el descanso, Gilberto y yo nos levantamos, teníamos la idea de reconocer parte del camino para que al día siguiente no nos fuese tan complicado seguirlo. Hiram estaba todavía un poco mareado por la fatiga del camino, se quedaba en la tienda a descansar un poco más. Nosotros dos, parecía que habíamos aclimatado un poco mejor y ahora moverse ya no era tan cansado. Cogimos el material mínimo necesario y partimos hacia el camino. Nuestras miradas no perdían en ningún momento la majestuosidad de la montaña que ahora ya a medida tarde estaba tapada por una nube como venía siendo habitual. Estábamos algo cansados y no era cuestión de seguir mucho más ya que mañana el día seria bastante duro. Decidimos hacer un alto y mientras tomábamos un sorbo de agua.
Después de un rato decidimos volver a la cabaña y ver como estaba Hiram, quien nos saluda desde la tienda y diez minutos después nos reunimos con él. Se encontraba mejor y hasta había estado recogiendo agua para la cena así que cenamos y nos ponemos a charlar un rato antes de ir a dormir, además ya no dá el sol y empieza a notarse algo de frío.
Tomar unos troncos y colocarlos en forma de pirámide para encenderlos, hacer una fogata. Las llamas cálidas lamían el cielo y las chispas saltaban hacia el espacio disolviendo la densa niebla.
El lugar donde estamos acampando esta protegido por una magia y un encanto especial, encanto que surge de la niebla cuando se funde como en una despedida especial del suelo cálido con el aire frío. En este lugar mágico, los animales presienten que los espíritus se encuentran en derredor; y están ahí, aunque no puedas verlos ni tocarlos... Entre los árboles sigue estando oscuro, pero una cascada mágica de luz cae sobre el lugar y la luna con sus fulgurantes rayos plateados ilumina nuestro entorno. El punto donde nos encontramos se colorea mágicamente bañado por radiantes destellos de luz que tiene una cualidad diferente, como centelleante y reluciente, como si hubiera trocitos de plata suspendidos en el aire.
En mi contemplación se levantó una densa niebla, que nos envuelve de aire frío.
Solo me dí cuenta de la fuga de las horas por que la noche en este lugar, es intensa, las estrella en el firmamento amenazan con volcarse sobre nuestro pequeño campamento, los grandes silencios de la naturaleza duermen la tierra, el viento mece a los árboles permitiendo que los sonidos alrrededor alegren nuestros oídos con notas fugitivas llenas de sentimientos que enriquecen los pensamientos.
- ¡Caray! Ha pasado tiempo.- Dice Hiram.
- Sí, nos estamos hacienda viejos.- Digo yo- pensando en mi cuarenta aniversario que esta próximo.
- No se como he sobrevivido todos estos años.- Digo yo- No tenía la más mínima idea de lo que ocurriría en estos veinte años.
- Si pero, nos la pasamos bien.- Dice Hiram.- todo este tiempo tratando de mejorar el mundo.
- ¡Lo sé! - Pero ahora estamos construyendo un lugar más seguro para la gente.
- Bueno, al menos tan seguro como podamos estar.- Dice Gilberto.- me refiero a que, cada quien elige el nivel de riesgo que quiere en su vida. Tu decides hasta donde quieres forzar los limites.
- ¿Entonces, es igual en la montaña?.- Dice Hiram.- ¿Escalar es tan peligroso como tu quieras hacerlo?
- ¡Exacto!- Dice Gilberto.- Pero recuerda que nosotros (Jose Luis y yo) tenemos la experiencia de haberlo prácticado en la juventud.
- Pero, como tu y yo Hiram - Hemos perdido más amigos en el trabajo que aquellos que vinieran a escalar montañas. Aunque eso no lo hace menos peligroso.
Las Viejas preguntas que nos hacemos a diario nosotros mismos acerca de nuestras vidas adquieren ahora un nuevo significado ¿Conociamos el riesgo? ¿Deberíamos haber hecho algo diferente? ¿Valió la pena haber corridor esos riesgos? ¿Que nos empujó a vivir esa vida?
-¿Por qué digo todo esto?
-¡Imagínate estar en el medio de la batalla. Fatigado y con mucha adrenalina; cuando de repente te ordenan por radio encontrar refugio justo unos segundos antes de que un narcotraficante abra fuego contra ti!
En mi mente todavía resuenan los gritos de dolor, imágenes de sufrimiento y deseos de pronta rehabilitación para los soldados que aún se encuentran en tratamiento. Pero más que nada, pienso en aquellos a quienes no pude salvar, aquellos que no sobrevivieron.
-El 19 de julio, hace algunos años. El 7/o Regimiento de Caballería Motorizado fue atacado. Debido al gran número de víctimas, los comandantes temieron que el progreso del Regimiento se retrasara y no puedieran cumplir su mision. El Capitán Rdoriguez tomó el comando de su compañía, otra compañía del Regimiento. Debido a que fueron descubiertos en el camino asignado, el capitán Rodriguez tuvo que pedir un cambio de rumbo. Todo esto ocurrió durante la noche, en un territorio urbano desconocido para nosotros y contra un enemigo que se escondía en cada esquina.
Me uní a un escuadrón de reconocimiento, un día después de que las operaciones de alto impacto incursionaran en Tamaulipas. Entramos a pie y marche con ellos cargando todo mi equipo táctico y médico: casco, chaleco antibalas y mi fusil. La caminata no fue fácil, hubo momentos en los que realmente sentía que perdia el aliento, pero ese, era solo el comienzo. Una vez dentro de la zona de operaciones los desafíos no cesaron. Una de las noches oímos una cantidad sorprendente de estallídos. Dijeron por la radio que tres vehículos bomba habían sido estallados contra nuestras fuerzas y que uno de los soldados se encontraba gravemente herido. Luego de un par de segundos, nos informaron que había muerto.
Enseguida, después de eso, comenzamos a recibir más y más reportes sobre otros incidentes y sobre varios soldados heridos. Seguido de un terrible silencio… se escuchó por la radio un grito diciendo ¡¡¡¡¡necesito un médico!!!!!
Mientras tanto, los soldados ponían a los heridos en camillas y los traían hacia nosotros que nos encontrábamos entre dos edificios. Por encima de nosotros volaban balas. Me encontré a mi mismo vistiendo el chaleco antibalas y mi equipo médico, corriendo de un soldado herido a otro, revisándolos, atendiéndolos.
El primer soldado que llegó a mí, gritaba de dolor. Una de sus manos estaba casi completamente separada de su cuerpo y gritaba, ¡¡¡he perdido la mano!!! Rapidamente le coloque un torniquete y le prometí que todo estaría bien. Luego llegó un segundo soldado herido por esquirlas en su pecho, seguido por un tercero que suffria de una grave herida en su pierna y un cuarto llegó con esquirlas en sus ojos. Recuerdo ver caer lagrimas por sus mejillas y me dí cuenta de que sentía mucho dolor, pero se rehusó a que lo atendiera. ¡atiende a mis soldados primero, luego puedes encargarte de mi! Dijo él. Recuerdo haber estado muy conmovido por sus palabras y pensé en la amabilidad y valentía de sus actos.
En el quinto día de operaciones, dijeron que alguien había resultado herido por disparos de francotiradores. Condujimos en el hummer hacia él, y vimos a un soldado herido cuyo rostro estaba pálido, acostado en la camilla. El médico que lo trató había dicho que el francotirador le disparó en la zona cercana a su corazón y que había perdido el pulso.
Revise sus signos vitales y no sentí nada. Me dije a mi mismo que él tenía que encontrarse bien y que estaría visitándolo en el hospital pronto, empecé a darle reanimación cardio pulmonar. Fue una de las cosas más díficiles que he hecho en mi vida. Mientras el Hummer seguía en movimiento yo estaba reanimando su corazón. Recuerdo haber dicho que sin importar nada, no iba a parar hasta recibir una señal de vida.
En cierto momento me dí cuenta que nuestros esfuerzos por reanimarlo no estaban funcionando, y sin embargo no podía parar, le pedi al conductor ir lo más rápido posible. Cuando llegamos, el doctor pronunció su muerte.
Allí fue cuando me derrumbé. El puso en peligro su vida por mí, por nosotros. Me acosté al lado de el y lloré. Ahora cuando hablo de él, puedo ver su rostro pálido delante de mí, sentir el frío de su cuerpo y recordar que él fue fuerte y tenía el cuerpo de un luchador.
Uno de los días dentro de la zona de operaciones, escuchamos una gran explosión. En tres minutos llegue con uno de mis soldados de sanidad a un hospital donde escondían explosivos. Allí se encontraba un soldado seriamente herido, cuya mano fue parcialmente amputada y ambas piernas heridas. Estaba completamente cubierto de esquirlas.
El nos dijo que no podía sentir sus piernas y le prometí que todo iba a estar bien. Había muchos allí que habían sufrido lesiones por la explosión y estaban sangrando mucho. No pensé en mí, simplemente hice lo que tenía que hacer: control de hemorragias, estabilización, reanimación y evacuación hacia un área protegida.
El momento más duro fue cuando tuve que salir de la zona de operaciones y ví muchas fotos de aquellos que habían sido asesinados. Uno de ellos, un soldado de 20 años de edad, que yo había luchado por salvarle la vida. Entonces pienso ¿qué es lo que estaba haciendo allí? Y la respuesta es clara. Estaba combatiendo para que su familia y la mía puedan volver a vivir en tranquilidad.
-Recordemos cada quien nuestro propio pasado, nuestra propia historia- dice Hiram.- ¿Qué deseábamos de niños en lo más íntimo?
-Ser queridos.- Dice Gilberto- Ser valorados, ser apreciados; tenidos en cuenta por quienes nos rodeaban. Observemos también hoy a nuestro alrededor donde hay niños ¿qué los hace felices? ¡Lo mismo! Que estén con ellos, que les den afecto, que los tomen en cuenta, los respeten y consideren.
-¿Cómo fue tu vida militar?- Pregunta Hiram.
-Yo no era el mejor estudiante de mi escuela, tu merjor que nadie lo sabes, Hiram. Con esto no estoy demeritando mis logros academicos ya que sin duda trabajé muy duro para pulirlos. He tenido a lo largo de mi vida excelentes instructores, que son ellos quienes merecen gran parte del mérito. Y mis soldados, los compañeros del ejército que lucharon conmigo, hombro con hombro, y me facilitaron hacer mi trabajo. Pero haber obtenido todos mis logros tiene que ver con que yo estuve muchas veces en la mierda. En otras palabras, tuve más oportunidades que muchos. Me encontré muchas veces en despliegues, espalda con espalda con mis compañeros. Tuve la suerte de estar situado directamente en la acción.
Muchas veces la gente me pregunta: ¿Te daba miedo matar a otras personas?
Yo les digo “no”
Y es la verdad. La primera vez que eso ocurre, te llenas de stress. Piensas: ¿Realmente puedo dispararle a estas personas? ¿Esta bien hacer esto? Pero despues de darte cuenta que el tipo pudo hacer lo mismo contigo, ves que esta bien. Lo haces para que el enemigo no te mate a ti o a tus compañeros. Lo haces hasta que no quede nadie a quien puedas matar.
Eso es la vida militar.
A mi me encantaba lo que hacía, y me sigue gustando. Si las circunstancias fueran diferentes, si mi familia no me necesitara, regresaría de inmediato. Al final del día, la vida militar no trata de ser un hombre. Trata sobre el amor y el odio también.
Después de la cena y ya entrada la noche y tras una larga platica donde reflexionamos de muchas y diferentes cosas, nos disponemos a dormir alrededor de nuestra fogata. La función principal del fuego es protegernos de los peligros de medio ambiente. Un frío extremo puede producir hipotermias y congelaciones, si nos calamos hasta los huesos mientras dormimos podemos coger una pulmonía, aparte de la incomodidad, la ausencia de descanso y el golpe contra nuestra moral que esto supone.
Para lograr esto fue necesario buscar la leña: ramas secas de diferentes grosores, la más delgada para encenderlo y la más gruesa para mantenerlo. No es difícil de encontrar en esta zona boscosa. Las ramas más bajas de los árboles están, con frecuencia, secas y se rompen con facilidad.
En este momento, la cabaña es para nosotros es un buen refugio, además de protegernos de los elementos anteriores, proporciona comodidad, seguridad y firmeza psicológica.
Era un lugar de descanso obligado para acometer después el último tramo de escalada.
La descripción de lo que vivimos esa noche fue mágica...