1 La última patrulla. Sentir.
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Después de llegar a casa tras un día de trabajo, me encontraba hojeando un diccionario de citas en busca de inspiración y me detuve en la sección que hablaba sobre juventud y vejez.
“La juventud no es un época de la vida… es un estado mental. No es tener la piel tersa, los labios carnosos y las rodillas flexibles… es un temple de la voluntad, una cualidad de la imaginación, un vigor de las emociones… es la frescura de los manantiales de la vida”
Anónimo.
¿De verdad? Pensé, mientras la imagen del espejo me devolvía una lengua estropajosa y ojos vidriosos en la mañana siguiente a mi cumpleaños número 39. Mis mejillas, lejos de estar tersas parecían las de alguien con fiebre, y en cuanto a mis rodillas flexibles, las mías rechinan de lo lindo. Estoy cerca de cumplir los 40 años… ¡Santo Dios! ¿Quien lo hubiera pensado?.
La gente dice tonterías, como que la vida comienza a los 40 y yo digo que solo alguien de más de cuarenta creería tamaña idiotez. ¡por supuesto que la vida no comienza a los cuarenta! A los cuarenta estas a medio camino de tu vida.
Yo me pregunto: ¿Qué mejora después de cumplir cuarenta? Por lo que respecta a mi vida, no mucho, una panza que cada dia es más difícil de mantener plana, pelos que se asoman por los orificios de la nariz y en las orejas, rodillas que duelen por un poco de ejercicio, y canas que van apareciendo sin haber sido invitadas. Y ¿qué podría decir de la parte pensante? Pues, que va cambiando de manera totalmente atlética hacia posturas totalmente reaccionarias, sin motivo aparente; porque ahora grito encabronado a los locuteres de televisión, a los que escriben en los periódicos, cuando durante cuatro décadas anteriores no me importo un carajo. Las azañas irracionales y despreocupadas de mi juventud alimentaron mis pasiones y ahora no hago más que encabronarme por lo que veo y oigo en la tele, pero estoy demasiado ápatico para hacer algo por remediarlo.
¿Qué fue de las ideas brillantes que teníamos cuando intentábamos comernos el gusano que venia al fondo de la botella de mezcal? ¿a dónde se fue todo eso?
De joven, todas mis dolencias eran causadas por mi mismo, y supongo que me las merecía. Todas esas cicatrices, puntos de sutura, agujas, radiografías… No, no fue divertido ni valía mucho la pena sufrirlo.
¡Que más da! Piensen en lo bien que la pasamos, las mil batallas en los robos al castillo que ganamos, esas mil batallas que nos contábamos cada noche de campamento muriéndonos de risa. Lo echo de menos.
Echo de menos todas esas locuras.
¿Por qué ya no espero las mismas cosas? Hubo un tiempo en el que los excesos me eran más que suficiente. Mi objetivo era mi cuerpo y mi templo la reunión con cervezas y mis amigos. No pensa dos veces en treparme a una pared, hasta la ventana del tercer piso de la casa hogar en Monclova. Apostábamos a cualquier aventura, una escapada rápida al cerro de la gloria en fin de semana, rozábamos la ruina financiera y aún así, nos sumergíamos en las aventuras imprevistas. Y lo celebrábamos con emotividad, no temiamos a nada, y reíamos con las subidas repentinas de adrenalina.
Se dice que la edad trae consigo sabiduría, prudencia y el bienestar que brina la experiencia, pero si pudiera lo cambiaría todo por hacer alguna locura como las de aquellos tiempo, por poder cometer estúpidos errores y que me importe un carajo el resultado.¿como pude llegara pensar que tomar una cuerda de ixtle, amarrarla a una piedra, lanzarla por la boca de una cueva que acabamos de encontrar en las faldas del cerro y descender por ella con tan solo una lámpara de mano era divertido?
Me tomé una coca cola y llegue hasta la cocina. Mientras seguía leyendo con cierto escrutinio la descripción del ese autor anónimo.
“Nadie se hace más viejo por vivir más años; la gente envejece solo cuando abandona sus ideales. Los años arrugan la piel, pero renucnciar al entusiasmo arruga el alma. La preocupación, la duda, la desconfianza, el miedo y la desesperación… ésos son larguísimos años que hacen humillar la cabeza y reducen a polvo el desarrollo del espíritu. Se tengan setenta o deciseis años, en cada corazón habita el amor hacia el asombro, la dulce maravilla de las estrellas, de las cosas, de los pensamientos que brillas como ellas, el impertérrito reto de todo lo que sucede, el voraz e inocente apetito por lo que vendrá a continuación del alborozo y el juego de la vida”.
¡A la chingada con todo! Ya me haré viejo otro día. Agarre el teléfono y marque. Telefoneé a Hiram, en Monclova.
-Escucha, Hiram –dije animadamente-, tengo un plan muy emocionante…
-Ah –dijo él, poniéndose en guardia de inmediato.
-Te va a encantar.
-Eso ya lo he oído antes –suspiró- Desembucha, ¿de que se trata?
-El cerro de la Gloria, -dije- ahí en Monclova, Este diciembre. ¿Qué me dices?
-Me gusta la idea. ¿invitarás a Gilberto?
-Si, ya he hablado con él.
Dudo que nadie pueda afirmar que disfruta viviendo en la montaña; me refiero a disfrutar en el sentido corriente de la palabra. Existe una cierta satisfacción en el hecho deir ascendiendo, aunque sea lentamente; pero uno se ve obligado a pasar la mayor parte del tiempo en la extrema sordidez de un campamento. Fumar es un placer, comer te llena de energía, la necesidad de reducir el peso de tu mochila excluye la posibilidad de llevar alguna literatura que no se la de las etiquetas de las latas de comida. El aceite de las latas de sardinas, la leche condensada, manchan absolutamente todo; salvo en contadas ocasiones en las que uno no suele estar para contemplaciones estéticas, no hay nada que mirar aparte de la confusión que reina en las tiendas de campaña o el semblante barbudo y esquelético del compañero; por suerte, el ruido del viento ayuda a silenciar sus ronquidos. Lo peor de todo es la sensación de impotencia e incapacidad absoluta para hacer frente a cualquier emergencia que pueda ocurrir.
Pero en este momento, felicidad es lo que había en los ojos de Hiram, quien avanzaba con un ritmo fluido y constante. Cualquier movimiento de su cuerpo irradiaba fuerza. Felicidad que se asomaba también en los ojos de compañero Gilberto, un hombre de pelo blanco en casi su totlaidad, nervudo.
El viento embrujaba su barba salvaje, como la espuma de las olas en su cara curtida.
Ambos encajaban demasiado bien, se sentía, sencillamente, que estaban en su elemento. Por mi parte, me gusta la fotografía, trato de captar la naturaleza en fotografías encantadas, Gilberto es transportista de profesión. Hiram, es el prototipo de Criminologo-criminalista tranquilo, que lleva dentro toda la fuerza de espíritu.
Las montañas son como, puentes entre el cielo y la tierra, son el asiento de las fuerzas de la fertilidad. Para gente como nosotros, representan a “la Pacha Mama” la gran madre del continente. Para algunas personas pueden ser el hogar de gigantes y de duendes, o representar el infinito para otros. Para mi, las montañas están para los pueblos que viven junto a ellas y con ellas, siempre y en todas partes, son la frontera entre lo huano y lo divino.
Como cada montaña tiene su propia personalidad, la forma de disfrutarla depende de cada quien, de cada uno de nosotros que las visitamos, de quien seas antes de subir…si te llamas Gilberto y eres transportista de profesión o si tu nombre es Hiram y tu vida es el prototipo de Criminologo-criminalista tranquilo, que lleva dentro toda la fuerza de espíritu. Cada quien vive la montaña dentro de su universo cultural y la relación que formes con ella estará profundamente ligada a como te comportas contigo mismo y con el mundo.
Para mi, escalar una montaña es una forma de “vivr la trascendencia”, la relación que existe en esa frontera de lo divino y lo terrenal, ya sea en total enfrentamiento conmigo mismo y lo que de hermoso o dramático te ofrece la montaña. En una entrega incondicional sin preguntar absolutamente nada.
Sobre algo, de todo esto, hablamos en una ocasión Hiram y yo; La práctica del senderismo fortalece el cuerpo y la mente, - digo yo- aumenta la seguridad en nosotros mismos, nuestra capacidad de improvisación, de lucha por la existencia y nos prepara para una situación que pudiera presentarse de supervivencia real. Sin embargo, la mayoría de nosotros probablemente jamás tendremos que enfrentarnos a tales circunstancias. Es cierto que no necesitaremos comer grillos ni dormir en un refugio improvisado, pero los beneficios psicológicos que estas técnicas nos proporcionan, nos ayudarán a enfrentarnos a la lucha por la vida en nuestra sociedad consumista y depredadora.
Por otro lado, cualquiera que practique montañismo puede verse incomunicado en medio de ninguna parte por un brusco cambio de clima, con el riesgo de perderse o tener un accidente, aunque sea mínimo. Pero no nos engañemos, nadie está totalmente preparado para enfrentarse al violento choque mental y emocional que supone encontrarse abandonado y solo en un lugar remoto como en el que nosotros tres nos encontramos.
Las técnicas de supervivencia nos ayudarán a vencer al miedo, pero el peor enemigo está dentro de nosotros mismos: el pánico, la soledad, la desesperación, y para vencerlos hay que conocer cómo funciona.
Debemos tener en cuenta que una situación de supervivencia es una prueba de resistencia. Y en este tipo de pruebas el músculo que jamás debe fallar es la voluntad. La voluntad de vencer, la voluntad de sobrevivir. Al final todo se reduce a una actitud psicológica fuerte que nos permita enfrentarnos sin desfallecer a la desesperación, la angustia, el tedio, el dolor, el hambre, la fatiga...
…Si no estamos mentalmente preparados para enfrentarnos con lo peor tendremos pocas posibilidades de sobrevivir.
Es imposible no sentir miedo cuando uno se encuentra aislado y perdido. El miedo es una reacción natural de todos los animales frente a elementos hostiles, una descarga de hormonas en la sangre que agudiza los sentidos y prepara el cuerpo para luchar o huir. En este sentido, el miedo es, sin duda, un beneficio. La cara oscura del miedo es el pánico. El miedo descontrolado e irracional. Jamás debemos caer en él. El pánico es destructivo, conduce a la desesperación, impide analizar la situación con claridad y tomar decisiones positivas.
La soledad y el tedio llegan de forma gradual una vez que te sientas a esperar y la mente comienza a divagar y a jugarnos malas pasadas. Con ello aumenta la depresión y disminuye la voluntad de sobrevivir. Siempre existen tareas que realizar para aumentar las probabilidades de ser rescatado (preparar fogatas, señales...) o simplemente para estar más cómodos (construir un refugio, encontrar agua...).
Ahora bien, aunque el cuerpo humano no esta hecho básicamente para la vida y la escalada extrema, puede adaptarse de una manera asombrosa e incluso, realizar sorprendentes esfuerzos físicos; claro, siempre y cuando se mantenga dentro de ciertas reglas de adaptación a diferentes cambios y diferentes situaciones.
-Pero ¿Que ocurre cuando la adaptación no funciona- dice Hiram-
-Hay que distinguir entre las causas directas y las indirectas.
Todas las formas del llamado mal de altura son retrazos en el acoplamiento fisiológico, debido al cambio en la presión atmosférica, la disminución en la cantidad de oxigeno en el aire que se respira a ciertas altitudes.
La continua pérdida de agua corporal en los ascensos, representan la amenaza más frecuente que la escacez de oxígeno, ya que es atravez del sudor y de la respiración que un escalador de montaña pierde algunos litros de agua corporal.
Por todo esto, enfrentarte a lo que te da miedo, mirarlo fijamente y afrontarlo siguiendo los impulsos innatos que te dicta el corazón. Una lección de vida que deberiamos tener instalada de fabrica y que muchos apredimos de la peor manera. Todo es efímero. Nada es eterno. No hemos llegado para quedarnos y, precisamente por eso, no vale la pena hundirse y quedarse atrás en el camino, reviviendo lo que nos ha hecho daño. Seguir adelante es la única opción que debemos plantearnos. Ser fuertes y no volver la vista atrás. Bueno, sí, de vez en cuando hay que hacerlo, porque sólo así podemos comprobar cuanto hemos avanzado y es tambien la única forma de recordar nuestros errores y no repetirlos.
Todos hemos pasado por situaciones que creíamos imposibles de superar. Pero se consigue. No importa lo alta que sea la montaña, lo profundo que sea el precipicio o lo lejos que este el otro lado. La constancia, la fuerza y, sobre todo las ganas de ser felices son la clave para sobrevivir y demostrarnos a nosotros mismos y al mundo que es posible estar mejor. Se que cuesta, pero una vez lo hayamos aprendido y puesto en práctica, es algo que tendremos para siempre con nosotros.
La vida da mucha vueltas, tantas que nunca podemos estar seguros de nada, excepto del aquí y ahora. Está llena de pequeños caprichos, enredos y coincidencias que nos llevan por unos y por otros caminos, a veces en linea recta y otros tantos dando tumbos, pero otras muchas lo hace de una forma tan increíble que apenas podemos sentir el suelo bajo nuestros pies. Y son esos momentos los que realmente vale la pena recordar y revivir una y otra vez. Es en esos instantes en los que comprendes que todo lo malo ha ocurrido por algún motivo y que debemos aprovechar cuando las cosas salen bien porque nunca se sabe lo que ocurrirá en la fracción de segundo siguiente.
Reir, llorar, disfrutar, sufrir, caminar, caer, volar, chocar, sentir y perdonar son fundamentales para poder sobrevivir. Lo malo complementará lo bueno y nos ayudará a darle importancia a aquello que realmente vale la pena. Muchas veces nos cuesta salir adelante, pero en el fondo sabemos que podemos, siempre y cuando tengamos gente a nuestro alrededor que nos apoye y nos ayude en el transcurso de nuestras experiencias.
Al final, todo depende ti…